Iosu Perales
El número de conflictos armados en el mundo ha aumentado en los últimos cinco años y no hay que esperar que la situación cambie en 2016. La ONU advierte de más de cuarenta sumando los de alta y baja intensidad. De modo que el acuerdo de paz en Colombia entre el Gobierno y las FARC deberíamos celebrarlo también nosotros como un hecho de esperanza. No está el mundo como para restar importancia al fin de una guerra que ha durado 50 años.
A la cuarta va la vencida. Han sido tres intentos fallidos y casi cuatro años de diálogo. Pero, por fin, el proceso iniciado el 18 de octubre de 2012 con el apoyo de Noruega y Cuba como garantes, y de Chile y Venezuela como acompañantes, logró culminar con éxito el pasado 24 de agosto en La Habana. ¿Por qué sí esta vez? Creo que hay cuatro claves que pueden explicar el acuerdo de paz:
Las operaciones militares a gran escala llevadas a cabo por el ejército colombiano que propinaron bajas importantes a las FARC, incluidos dirigentes históricos como Raúl Reyes, el Mono Jojoy y Alfonso Cano. En un escenario difícil para las FARC el líder de la guerrilla Rodrigo Londoño “Timochenko” apuntó por primera vez la posibilidad de un proceso de paz que contemplaría la desmilitarización de la organización y su integración en la vida política.
El interés del presidente Juan Manuel Santos de posibilitar el ingreso de Colombia al club de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), para lo cual la persistencia del conflicto armado era un notable obstáculo, así como su interés personal de pasar a la historia y ser considerado un líder del siglo XXI.
La facilitación del fallecido presidente Hugo Chávez y el apoyo de Cuba al proceso para convencer a las FARC de apostarle a una salida política y acompañarle en el diálogo. Chávez afirmó en su momento: “No es tiempo de lucha armada sino de lucha política y de ganar gobiernos en las urnas”.
Una opinión pública colombiana cada vez más contundente en su rechazo a la guerrilla y en su exigencia de una salida política al conflicto. Han sido reiteradas sus reclamaciones para lograr gestos humanitarios como la liberación unilateral de secuestrados por parte de las FARC, y su presión para que el gobierno aceptara el proceso de diálogo y negociación.
Si estas cuatro claves explican el inicio del mecanismo del proceso de diálogo, conviene identificar asimismo los factores que han permitido que la mesa de negociación pudiera resistir las muchas dificultades habidas:
El primer factor, ha sido la voluntad política de las partes y su convencimiento de la importancia de llevar la negociación hasta un acuerdo final. El segundo, el acierto a la hora de escoger a los países garantes. La combinación de Noruega y Cuba fue una buena fórmula que demostró su eficacia en momentos difíciles para la continuidad de la mesa. Tercer factor, la inclusión de figuras muy respetables de las Fuerzas Militares y de la Policía en su papel de negociadores y para trabajar con las FARC todo lo relativo al cese bilateral y definitivo y la dejación de armas. Pienso que también ha jugado a favor la presencia de grupos de victimas en La Habana y la visibilidad e importancia que los derechos de las víctimas tienen para el acuerdo. Este último ha sido un factor que dio a las negociaciones respaldo social. En un país con tantas víctimas y con la polarización política existente, un desconocimiento e invisibilización de las victimas hubiese llevado a un rechazo de una parte significativa de la opinión pública.
¿Cuál es la reacción de la sociedad civil? ¿Qué podemos esperar del referéndum sobre el acuerdo de paz logrado?
Curiosamente, la reacción de la ciudadanía ha sido cautelosa. Tras el anuncio oficial del acuerdo hecho el 26 de agosto, no hubo salidas masivas a calles y plazas. Pudiera decirse que cabía esperar un ambiente festivo. Pero el pueblo colombiano, tras cincuenta años de guerra, ha preferido tomárselo con calma, tal vez porque la polarización política existente en el país invita a esperar a que el acuerdo se confirme en próximo plebiscito. Ciertamente la polarización política en torno al acuerdo es muy grande y preocupante, de lo que se desprende una incertidumbre sobre lo que puede pasar el próximo 2 de octubre cuando la ciudadanía vote la ratificación o no de lo firmado en La Habana.
De momento el Centro Democrático con su líder el ex presidente y derechista Álvaro Uribe a la cabeza, y algunos sectores del Partido Conservador, así como de militares retirados, han liderado desde el inicio de la negociación hasta hoy un fuerte oposición al Acuerdo, que se ha ido consolidando en un rechazo social al mismo nada despreciable, que por ahora se estima en cerca de un 30%.
En cuanto a las organizaciones sociales y el espectro de izquierda las reacciones tampoco son tan entusiastas como cabía esperar. Digamos que dan un SI al acuerdo con muchos matices. Por supuesto influye en esa actitud frente al acuerdo el hecho de que no es un acuerdo para una paz completa, ya que el proceso con la otra guerrilla el Ejército de Liberación Nacional (ELN) no avanza y que las dinámicas del paramilitarismo en algunas regiones del país están en ascenso. Además en la izquierda está presente lo ocurrido con la Unión Patriótica: La UP nació en un proceso de paz acordado por la guerrilla de las FARC con el presidente Belisario Betancur en 1985. En los meses siguientes militantes y simpatizantes de la Unión Patriótica fueron asesinados, calculándose en unos 3.500 y un buen número de desaparecidos.
¿Sobre qué se ha negociado? La agenda del proceso de paz contempla seis puntos: 1. Política de desarrollo agrario integral; 2. Participación Política; 3. Fin del Conflicto; 4. Solución al problema de las drogas ilícitas; 5. Determinar quiénes son víctimas del conflicto; 6. Implementación, verificación y refrendación. Todos los puntos fueron discutidos de acuerdo al orden que determinó la mesa de negociación. Ahora bien, sectores organizados de la sociedad civil echan en falta un paquete de transformaciones económicas y sociales, al tiempo que critican el mal gobierno de Santos.
En relación al desarrollo agrario se contempla la creación de un fondo de tierras con tres millones de hectáreas para campesinos sin tierra o con muy poca. También la definición de algunos elementos de ordenamiento territorial para limitar la frontera agraria, proteger ambientalmente ciertas áreas, el fortalecimiento de las zonas de reserva campesina ya existentes con miras a impulsar la economía campesina y la seguridad alimentaria. El punto segundo adelanta la transformación de las FARC en movimiento político. Asimismo se recogen derechos y garantías para el ejercicio de la oposición política y creación de un sistema integral de seguridad para protegerla.
El acuerdo recoge la adopción de un enfoque de justicia restaurativa y de graduación punitiva sobre la base de una contribución efectiva con la verdad. Incluye asimismo la posibilidad de que las organizaciones de DD.HH presenten y documenten casos ante la jurisdicción especial para la paz.
El acuerdo contempla una Amnistía para los delitos estrictamente políticos y conexos con ella para los miembros de las FARC y se contempla claramente que los crímenes de guerra y de lesa humanidad no pueden ser objeto de Amnistía e Indulto. En conclusión, en principio, los máximos responsables de ambos bandos incursos en graves crímenes de guerra y de lesa humanidad deben comparecer ante la Justicia Especial para la Paz que prevé el Acuerdo y dependiendo de su contribución con la verdad se determinará su sanción. Los delitos políticos y los que se consideren conexos serán objeto de Amnistía e Indulto y se utilizara la figura de renuncia a la acción penal para beneficiar a los militares incursos en delitos que no se consideren graves o crímenes de lesa humanidad.
No obstante las dificultades la paz irá consolidándose y ganando apoyo social. Lo creo firmemente. Me parece preocupante en todo caso el que pasará ahora con la guerrilla menor del ELN (2.000 combatientes) que de momento no acepta este acuerdo del gobierno con las FARC (8.000 combatientes), pues cabe la posibilidad de que las Fuerzas Armadas organicen una ofensiva con la finalidad de aniquilar al ELN y lograr una victoria militar a la que han tenido que renunciar en la mesa de negociaciones políticas de La Habana. Tal cosa sería un paso atrás. Pero seamos razonablemente optimistas y celebremos el acuerdo de paz ya firmado.