Caralvá
Intimissimun
Aquellos sucesos no pueden leerse en una sola línea de pensamiento entre el gobierno golpista del General Martínez y el comunismo campesino en insurrección focalizada, puesto que a partir del día 20 de enero se ejerce una censura (edición, corrección, manipulación, inserción de calificativos, descripción etc.) por parte de la Policía y el Gobierno a los medios de prensa nacional, previo a la publicación de cada noticia nacional.
Así el comunicado de prensa:
21 de enero de 1932 Diario Patria y Diario Latino “La censura ha sido reestablecida. San Salvador 20 de enero de 1932. Habiéndose decretado hoy el Estado de Sitio en seis departamentos de la República, entre los cuales está incluido el de San Salvador, muy atentamente ruego a usted que, de mañana en adelante, se sirva remitir antes de su publicación, todos los originales al señor Director General de Policía, quien ha sido encargado provisionalmente de la censura de la prensa. De usted muy atentamente. Salvador Castaneda C. Ministro de Gobernación”.
A partir de estas fechas 20 de enero de 1932 en adelante la administración del martinato identifica al Comunismo como todo mal en El Salvador, pero no se menciona a la etnia nonualca, Izalco, nahuizalco etc.
Es significativo que la matanza desarrollada en el occidente del país hacia la etnia salvadoreña por el ejército sea desproporcionada: ¿una etnia es comunista por nacimiento? ¿puede una etnia que en su mayoría no sabe leer ni escribir concebir ideales comunistas? ¿o habría una condición más profunda que genera esta acción como la crisis capitalista mundial? ¿Cuántas baja contaron en el ejército y cuantas de la etnia?
Algunas respuestas a estas interrogantes elementales dentro de los estudios antropológicos e históricos las encontramos en el libro Balsamera bajo la guerra fría: El Salvador 1932, Historia intelectual de un etnocidio/ Rafael Lara-Martínez – Soyapango, San Salvador: Universidad Don Bosco, 2009 pág 151. “Queda sin responder la pregunta ¿por qué? ¿Qué necesidad tenía el gobierno de Martínez por exagerar el peligro y alargar “las noches de matanza”? La respuesta no dista mucho de la que, en 1932, proponía el costarricense Jiménez Alpizar. Martínez necesita una excusa para legitimarse como presidente. Mientras Jiménez recalca el reconocimiento diplomático estadounidense, de Izalco subraya el aval jurídico interno. “Necesitaban demostrarles a los ricos de El Salvador, a los banqueros de otros países, al gobierno norteamericano, que ellos -los militares salvadoreños- sabían ser buenos custodios del capital. Y continúa concluyendo “asesinaron más de lo necesario los militares por afianzarse en el poder”. La razón de izalqueño reitera “los derechos del César” tal como lo reconocía Viera Altamirano; pero adopta un sesgo de denuncia frontal antes ausente. La única ley es la del “Capital”. Esta se inscribe en el cuerpo de las víctimas”.
De otra investigación: “La vida de los campesinos salvadoreños” “La vida de nuestros campesinos tan paupérrima inferior algunas veces a la de los animales salvajes o cuanto menos igual con un pequeño albergue de techo pajizo y suelo raso; alimentación uniforme y deficiente, carente de todos los principios nutritivos necesarios al organismo; falta de medicamentos y asistencia médica; sin luz ni ropa suficiente, sin escuela moral y sin religión; en fin, una vida que es la antítesis del patrón, ¿Para qué comentarla y escribirla si es tan conocida de todos? ¿Para qué también exponer la razón de que habiendo sido difundidas las ideas comunistas con la misma intensidad y perseverancia en toda la república solo hayan dado frutos delictuosos en la zona central y occidental provocados más por la desesperación que por la convicción y no en la zona oriental cuando dicha razón es de todos conocida?”.
Pero los trabajos en las haciendas y fincas, las operaciones contractuales entre los propietarios y trabajadores en la cuales éstos últimos sólo tienen deberes y no derechos, trabajos y jamás utilidad, pues no debe llamarse así a la paga exigua para no morirse de hambre, si creemos que deben concederse para que la justicia se abra paso en las autoridades en pro de la estabilidad de nuestras instituciones y en beneficio mismo de los terratenientes, quienes no han querido comprender que la avaricia excesiva hacia los trabajadores en esta época en que la justicia y equidad es la luz que resplandece en sus rústicos cerebros, trae en seguida beneficios momentáneos, esos cataclismo sociales en que los capitalistas llevan la peor parte por estar en minoría”[1]
Si estos conceptos parecen escandalosos, se debe anotar que son documentos de 1932, muy a pesar de nuestra realidad en el siglo XXI.
[1] En El café de El Salvador Vol. II abril 1932 No. 16 Dr. Rafael González Sol. La Crisis de 1929 y sus consecuencias en los años posteriores/ Gerardo Rosales, Vilma López, María Escobar. Rev. La Universidad 1971 pág 67
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