Ciudad del Vaticano/AFP
El Vaticano reaccionó con sorpresa e irritación ante la dura e inédita condena pronunciada por la ONU por seguir encubriendo casos de pedofilia dentro de la Iglesia, levitra treat que han salpicado la institución dede hace década.
Para el Comité de Naciones Unidas para los Derechos de los Niños, clinic el Vaticano adoptó políticas que permitieron que sacerdotes acosaran y abusaran por años de miles de menores de edad, favoreciendo también la impunidad de los culpables.
Las críticas contra «el código del silencio» que reinó por años en el Vaticano para preservar el prestigio de la Iglesia, así como el pedido de la ONU para que se abran los archivos sobre los pedófilos y los obispos que ocultaron esos crímenes, fueron rechazadas tajantemente por las autoridades de la Santa Sede.
Para el Vaticano se trata de acusaciones injustas que no tienen en cuenta los esfuerzos hechos por la entidad desde que estallaron los escándalos, en la década del 90 en Irlanda.
«La ONU ha superado sus propios límites. Una cosa es proteger a los niños, otra cosa es indicar las medidas a tomar», comentó una fuente vaticana.
La dura reacción del observador permanente del Vaticano ante la ONU en Ginebra, monseñor Silvano Tomasi, que denunció «distorsiones» en el informe, también fue inmediata.
El prelado llegó a acusar a «lobbies» y grupos de presión con intereses «ideológicos» dentro del organismo internacional.
En una entrevista a Radio Vaticano, Tomasi acusó a organizaciones no gubernamentales, «con intereses en el campo de la homosexualidad, el matrimonio gay y otros asuntos», de haber presionado a favor de la devastadora condena de la ONU.
«El informe (de la ONU) no ha sido actualizado, le falta una perspectiva correcta», aseguró Tomasi.
Cerca de 600 denuncias al año
Aunque los datos sobre el alcance del fenómeno dentro de la Iglesia no son públicos, la jerarquía de la Santa Sede, respetando el deseo de limpieza, ha retirado a varios sacerdotes condenados, así como a obispos acusados de encubrimiento, entre ellos varios de Irlanda, uno de los países más afectados.
Según la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el año 2011 y 2012, bajo Benedicto XVI, unos 400 sacerdotes perdieron su condición de curas – la pena más grave del derecho canónico – por abuso de menores.
En los últimos tres años, cerca de 600 casos han sido denunciados anualmene, la mayoría por abusos cometidos entre 1965 a 1985.
Desde 2001, bajo el pontificado de Juan Pablo II, los casos de pedofilia cometidos en el seno de la Iglesia son tratados de forma interna por la Congregación para la Doctrina de la Fe, el equivalente de un ministerio de Justicia en el Vaticano.
Después de la racha de escándalos que se desataron en medio mundo en el 2010, el Vaticano estableció reglas nuevas que instruían a los obispos a denunciar los casos de abuso a la policía local, según la ley de cada país.
El comité de la ONU sobre los Derechos del Niño se quejó de no haber recibido datos de todos los casos de pedofilia investigados por la Congregación, ni sobre los castigos promulgados.
El Vaticano, que estableció que todo caso debe ser denunciado a la autoridad local, aun cuando el delito haya prescrito, no siempre logra que la disposición sea cumplida.
«Desde el punto de vista legislativo han hecho todo», reconoce el vaticanista del diario La Stampa Andrea Tornielli, quien considera que ahora el problema es cambiar la «mentalidad» del clero.
«Se sabía de que curas abusaban de menores, eran asuntos que se dejaban en la penumbra. Gracias a Dios salieron a la luz», reconoció recientemente un importante prelado de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que se negó a dar el número exacto de los casos que investigan.
Desde su elección en marzo pasado, el papa Francisco se ha pronunciado a favor de las víctimas y creó un comité para combatir el abuso que se centra en aliviar el dolor de los afectados.
El papa emérito Benedicto XVI (2005-2013), consciente de la gravedad, en varias ocasiones pidió perdón por los abusos y recibió y bendijo tanto a las víctimas como a sus familiares, al tiempo que castigó ejemplarmente al emblema de ese fenómeno, el prelado mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, apartándolo para siempre de la Iglesia en 2006.