Carlos Girón S.
El Gobierno de Venezuela llamó la semana pasada, remedy en Caracas, a representantes de compañías españolas establecidas en el país, para pedirles que influyan en los medios de comunicación y el gobierno español, para que cesen las campañas de desprestigio que mantienen contra Venezuela. La información dada por el diario español ABC agrega que el Gobierno advirtió a las compañías de posibles represalias e “incluso amenazas de expropiaciones”. Informa también que miembros del cuerpo diplomático español en Venezuela han recibido mensajes alusivos a “la irritación del Ejecutivo con España”.
Ante eso, el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García, al responder a las amenazas que habrían hecho las autoridades venezolanas a las empresas españolas, habría declarado que “la libertad de opinión y de prensa son dos principios irrenunciables”.
A estas declaraciones, el gobierno de Nicolás Maduro, perfectamente podría responder y recordar, con todo derecho, que la dignidad, la integridad y soberanía del pueblo y gobierno venezolanos, son valores indiscutibles, imprescriptibles y superiores a los invocados por el ministro García, y agregar que ya es suficiente, que ya basta, que ya ha causado bastante daño, el estar aludiendo y embozarse a cada rato y en todas partes, bajo ese socorrido y pretendido derecho de los medios, de calumniar, difamar, distorsionar, mentir y hasta blasfemar de las religiones de otros. Al amparo de tal fementido derecho, muchos de los medios se permiten atropellar, enlodar, el honor y buen nombre de personas a las que luego les cuesta reivindicarse tras aclararse los hechos con los cuales se les haya difamado o calumniado. Que hay “derechos de respuesta”, ¿cuáles, dónde?, ¿quién los cumple?
Lo actuado por el gobierno de Maduro exigiendo el cese de las campañas de desprestigio de la imagen de su país y su gobierno, es un acto de perfecta y legítima defensa propia. Está defendiendo el derecho del pueblo venezolano a vivir su vida, bajo el modelo que sea. Nadie puede arrogarse el derecho de querer imponerle un estilo de vida; de mantenerlo en la picota y decir lo que se le antoje a quien quiera que sea, ofendiendo la dignidad y soberanía de los venezolanos. Y menos derecho le asiste a ningún gobierno extranjero el pretender derrocarlo, como se ha vuelto a ver en estos días. La semana pasada, nada menos, se ha desvelado otra conspiración contra el presidente Maduro, en otra intentona de derribarlo, sin descartar su asesinato tomando en cuenta que estaba planeado para el 13 de febrero pasado, bombardear el Palacio de Miraflores, donde Maduro asistía a una reunión de trabajo. El bombardeo abarcaría edificios de otras dependencias gubernamentales. O sea, perpetrar una masacre similar a la que asesinó a Salvador Allende, en Chile, en 1972.
Entonces, la exigencia de Maduro a los españoles también podría hacerla a otras empresas de muchos otros países radicadas en Venezuela, cuyos gobiernos y medios también mantienen campañas de ataques y desprestigio que no miran el lado bueno de las cosas, sino sólo lo negativo. Jamás se refieren, por ejemplo, al espíritu solidario, a los lazos de fraternidad y de ayuda a otros pueblos y gobiernos de la región que mantienen los venezolanos. Lo que en general hace la prensa internacional es destacar y magnificar las acciones (represiones, dicen los medios) de la policía para poner en orden a los grupos que se dicen opositores al gobierno; para sofocar las “guarimbas”, que levantan barricadas de fuego para obstruir el tráfico vehicular, atacando y dañando edificios públicos, incluso a la misma policía. Creen con ello los medios dañar la imagen del gobierno como también desplegando fotografías de largas filas de compradores a las puertas de tiendas y supermercados con los anaqueles medio vacíos, queriendo demostrar así una presunta escasez de alimentos que mantiene con hambre a la población. Nadie se engaña. Todo el mundo sabe que esa escasez es ficticia, provocada adrede por los mismos proveedores y acaparadores de los productos.
Por otro lado, resulta sumamente interesante el hecho de que el mismo, o los mismos días en que se tenía planeado el golpe de Estado contra Maduro, pueblos y gobiernos de otros países se pronunciaron en contra de esa conjura golpista, a la vez que reafirmaron su solidaridad con Venezuela. La República Árabe de Siria fue una cuyo gobierno condenó los intentos de la asonada. También lo hicieron organizaciones políticas de Dinamarca. Asimismo lo hizo el Movimiento Sin Tierra de Brasil que, mediante un comunicado, rechazó “las medidas sancionatorias e injerencistas” de Estados Unidos contra la Patria de Bolívar.
Más interesantes aún son todavía las manifestaciones en el propio Madrid, en esos mismos días, de cientos de ciudadanos españoles, llevando pancartas, proclamando su solidaridad con Venezuela. Y, para abundancia, la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), envió también un mensaje de solidaridad al Presidente Nicolás Maduro, “ante los intentos desestabilizadores contra el gobierno venezolano, promovidos por la ultraderecha nacional e internacional”.
La gente sensata en muchas partes se pregunta cuál es la inquina, la tirria, el odio y perversos deseos de aquellos que se muestran contra Venezuela y sus gobiernos. En realidad no hay misterio. Ya es bien sabido que todos esos malos sentimientos no son de los pueblos, sino de los gobiernos, que censuran y ven con malos ojos la forma de gobernar, antes de Hugo Chávez y actualmente de Nicolás Maduro. Fue el primero quien fundó la República Bolivariana de Venezuela, declarándola socialista para dedicarse a trabajar por las grandes mayorías de la población. Eso por un lado; por el otro, está el propósito de desestabilizar y socavar los basamentos de la República; crear crisis sociales artificiales con objeto de desatar caos que pretendan justificar una intervención extranjera y lograr así el fin último de todo: caerle encima, posesionarse de los ricos pozos petroleros y de gas que posee Venezuela. Como Irak, Livia y la intentona con Siria…
Pero hay que recordar que Venezuela y su gobierno no están solos en su empeño de seguir trabajando para lograr mejores niveles de progreso para el pueblo. Cuenta con la solidaridad y el respaldo de Rusia, China, Irán, la UNASUR (bloque de países suramericanos) y la CELAC (comunidad de las repúblicas latinoamericanas). Además, sigue siendo protegida por el aura poderosa del espíritu del Gran Libertador.