Carlos Girón S.
Sigue de moda la admirable, healing order invencible y envidiable República Bolivariana de Venezuela. Algunos galanes, online salve fortachones tirándole a matones estilo Trucutú o Hulk, parecen estar enamorados de ella con un “amor tigre”, “amor caníbal”, queriendo agredirla, caerle encima, atraparla, despedazarla, devorarla viva y hacerla desaparecer del mapamundi, o cuando menos engarzarla como precioso diamante a una corona imperial.
Esa belleza, Venezuela, pacífica, con un gobierno legítimo, producto de elecciones libres y de la voluntad soberana de los venezolanos; dedicado a servir honesta y limpiamente al pueblo trabajador, con especial énfasis a los sectores más necesitados, y además, llevar su mano generosa de ayuda a otros países, no sólo de la región, sino hasta allende el Atlántico, un país así, ¿puede representar una amenaza para alguien, para otra nación? Sin armas estratégicas o de “destrucción masiva”; sin programas siquiera de enriquecimiento de uranio para eventualmente producir, no bombas sino energía nuclear; ubicado a muchos miles de kilómetros de grandes potencias, ¿puede realmente constituir peligro alguno para éstas?
¿Acaso la forma de vida, la situación en que se desenvuelve un pueblo, con sus propios problemas, puede en verdad representar una amenaza real y concreta a la “seguridad nacional”, digamos, de Canadá, Estados Unidos, México, y de allí para abajo, o para Rusia, Inglaterra, España, etc.? O ¿cabe algún derecho de que otra nación o gobierno se arroguen la potestad de dictarle el sistema social, político o económico a un tercer país como Venezuela? ¿No es eso un abuso mayúsculo e imperdonable?
Reconociendo que Venezuela, que su gobierno, no tiene ni por asomo intenciones o propósitos de agredir o dañar a ningún país vecino o de otra latitud, muchos son los países del mundo que han declarado su solidaridad con el pueblo venezolano, condenando a la vez las amenazas que en estos días se le han vuelto a hacer. Todos sabemos que no es la primera vez. Ha habido muchas otras anteriores, más graves y peligrosas: los intentos de golpes de Estado contra sus gobiernos legítimos. Uno de ellos se logró concretar, como se recuerda; fue contra Hugo Chávez, pero de inmediato el golpe fue revertido y Chávez se restauró en el mando. Nicolás Maduro lleva ya varios intentos de asonada, incluyendo una de hace tres semanas que planeaba el magnicidio contra él.
Y vale preguntar: ¿es Nicolás Maduro un dictador? ¿Tiene oprimido al pueblo venezolano; acaparados los poderes del Estado, o amordazados los medios de comunicación? ¿O está gobernando por decretos, no con la Constitución en la mano? El presidente ha tendido innumerables veces la rama de olivo a quienes se declaran opositores a su gobierno. A mediados del año pasado instaló la Mesa Nacional para el Diálogo, a la que convocó a todos los sectores nacionales, incluidos los estudiantiles. Fue curioso y sintomático que ni estos últimos ni los empresarios acudieran a la mesa. Prefirieron seguir atizando la violencia, fomentando las “guarimbas” para crear la zozobra, el caos y la inestabilidad de la Nación. A ello se agregaron las falsas “hambrunas”, provocadas por los proveedores de bienes a los centros comerciales, acaparando toneladas de alimentos, como lo que descubrieron las autoridades de seguridad, en bodegas particulares, alimentos que fueron requisados y puestos a la venta libre para la población.
El mundo sabe y está consciente de que tales situaciones de crisis son fomentadas y financiadas desde el exterior para provocar un clima de inestabilidad, de ingobernabilidad, y justificar una invasión a la Patria de Bolívar. ¿Adivinan ustedes con qué fin? Pues no otro sino el de apropiarse, de robar los ricos yacimientos de petróleo y gas en las cuencas del Orinoco –las más grandes reservas en el planeta. ¿No es razón suficiente para mantener despierta la ambición de las potencias extranjeras, que se coaligan para perpetrar el crimen y luego repartirse –como hienas hambrientas– el botín, como sucedió con Irak y Libia? ¿No consideran lícito entonces las hienas hambrientas asesinar a un gobernante más como lo han hecho con Hussein y Omar Khaddafi? ¿Por qué no también Maduro?, dirán.
Después de todo y pese a las amenazas, o precisamente a causa de ello, es gratificante y alentador ver cómo toda Latinoamérica se ha puesto inmediatamente en pie, como impulsada por un resorte, para ponerse del lado de Venezuela y su Gobierno. La mayoría de países de la UNASUR y la CELAC han declarado su solidaridad incondicional con el pueblo venezolano y sus gobernantes, condenando a la vez las amenazas lanzadas contra ellos. Rusia y China observan cuidadosamente y trazan líneas en sus cabezas ante todas las eventualidades.
Sin duda, está también presente y aletean sobre Venezuela el espíritu y el alma del libertador y fundador de las cinco nuevas repúblicas suramericanas (Venezuela, Colombia, Bolivia, Perú y Panamá), velando desde lo Infinito por la defensa, la consolidación y el avance de dichos países y los restantes de Suramérica y el resto de Latinoamérica, para alcanzar la realización de su gran sueño: ser una sola, grande y granítica unidad y comunidad de pueblos.
¿Y acaso no es eso ya la CELAC?
Venezuela es en el mundo un país de paz, progreso, solidarismo y humanitarismo. Merece que se le respete, se le deje en paz y se le garantice su soberanía e integridad. Es un crimen querer atentar contra ella en cualquier forma. Dios lo sabe, y Él la protegerá siempre, con su pueblo y sus gobiernos legítimos.