Veo el cielo abierto

César Ramírez Caralvá

Escritor y Fundador Suplemento Tres mil

 

Hace algunos años, un amigo se encontraba en dificultades económicas, por ese motivo me ofreció una Panasonic DMC-FZ8 Lumix 12X digital, mis elementales conocimientos no pasaban y aún no se elevan más que a oprimir el botón de disparador, no tenía ninguna ventaja “comparativa” con mis deficientes fotos del teléfono móvil, era un objeto lúdico que competía con los vídeos o imágenes callejeras de mis modestos medios de grabación, pero acepté la oferta.

El artefacto mostraba una serie de opciones complejas, tiempo después con una singular satisfacción descubrí detalles de sus funciones, sin embargo no me dedicaría nunca a la profesión de fotógrafo, ni nada parecido, era simplemente una colección de imágenes familiares, pero admiraba a National Geographic, NASA o NYT, donde se manifiesta el “don de la ubicuidad” y “don de la oportunidad” con la intuición de ver el futuro, antes del evento.

La cámara identifica a los coleccionistas de paisajes, así les llamaban a los turistas, quizás ahora les llamen colectores de selfi, acumuladores de imágenes, muchas de las cuales reposarán eternamente en archivos o una nube que tarde o temprano se debe monetizar o preservar en memorias y más dispositivos, llegan a ser como hongos silvestres, cientos de ellos olvidados si no se clasifican, descartan o identifican con fecha.

Comencé a tomar fotos familiares, paisajes, flores, mar, cielo, luna, casi todo e incluso pequeños videos, la cámara competía con la versatilidad del teléfono móvil, de pronto la resolución del celular fue superior a la Panasonic.

Años después la cámara se averió, no funcionó el enfoque de aumento, permanecía como una cámara antigua sin acercamiento, solo la imagen fija, intenté repararla y no existen repuestos ni adaptaciones, era el fin; le comunique a mi amigo el problema y me ofreció otra idéntica “por la módica cantidad”,  comprendí de nuevo la situación y acepté, en realidad la anterior había funcionado muy bien; la cámara dañada permaneció otros años en una esquina junto a objetos festivos: árbol de navidad, disfraces de star wars, superhéroes, zapatos de funerales o bodas, trajes usados una vez al año, utensilios nostálgicos que no tienen prisa.

En realidad quería regalarla, tirarla o desaparecerla, pero un día decidí utilizarla como cámara fija de video para grabar el cielo y ¡solo eso!, con una panorámica de 120 o más de 90 grados, era la bóveda azul a toda hora, ello me ha permitido un horizonte similar al mar, inmediatamente el espacio es diferente, ahora por lo menos: “veo el cielo abierto” …

www.cesarramirezcaralva.com

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