Álvaro Darío Lara
Escritor y poeta
R
eleyendo las maravillosas “Coplas a la muerte de su padre” de Jorge Manrique, uno de los poemas más sabios y bellos de la lengua española, no pude menos que volver a algunos de los temas, inmensamente universales, de la poesía de siempre: “el paso inexorable del tiempo”, “la fugacidad de la belleza”, “la efímera felicidad”.
Dice la copla XVI: “¿Qué se hizo el rey Don Juan?/Los Infantes de Aragón, / ¿qué se hicieron?/ ¿qué fue de tanto galán, / qué fue de tanta invención/ como trajeron?/ Las justas y los torneos, /parámetros, bordaduras/y cimeras, / ¿fueron sino devaneos?/ ¿Qué fueron sino verduras/de las eras?”.
“Verduras de las eras”, una imagen metafórica que nos connota, hondamente, la caducidad de las acciones humanas. Cual verduras, las “hazañas” personales o sociales, los aciertos o desaciertos, las pequeñas o grandes glorias, al final de los finales, son sólo eso: marchitas verduras, alimento pasado, que ya nadie quiere.
“Vanidad de vanidades”, sentencia el bíblico autor. Nada queda de nosotros, quizás, acaso, el recuerdo únicamente; y en ocasiones, ni eso. Sin embargo, el arte, la literatura, la poesía, para el caso, constituyen formidables lenguajes, donde las emociones, los sentimientos, las terribles pasiones, permanecen.
Siendo un inquietísimo adolescente, descubrí la poesía del nicaragüense Ernesto Cardenal. Más allá de sus muy conocidos salmos y de su combativa poesía de denuncia; de los excesos de su popular escuela exteriorista, fue su poesía íntima, mística, metafísica, la que me cautivó. Poemas que, en esencia, plantean las mismas circunstancias humanas de Manrique y de tantos otros grandes escritores.
Comparto con ustedes el poema de Cardenal: “Como latas de cerveza vacías”: “Como latas de cerveza vacías y colillas/de cigarros apagados, han sido mis días. /Como figuras que pasan por una pantalla de televisión/ y desaparecen, así ha pasado mi vida./ Como los automóviles que pasaban rápidos por las carreteras/ con risas de muchachas y música de radios…/ Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos/ y las canciones de los radios que pasaron de moda./Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,/ más que latas vacías y colillas apagadas,/risas en fotos marchitas, boletos rotos./ y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares”. ¿Cuántos de nosotros, al hacer el recuento de lo vivido, hemos recordado, con nostalgia, la energía, la audacia, la intensidad de la libérrima juventud que nos fue construyendo para bien o para mal?
Cardenal ofrece otro poema, “Foto”: “Los rostros que aquí ríen en esta foto amarilla/con un fondo de olas borrosas y una roca borrosa/ ¿adónde estarán riendo ahora –si todavía se ríen?/ Unos estarán lejos. Las muchachas están viejas. /Mauricio ya está muerto. Sólo este mar está lo mismo. / Sólo las olas no han cambiado:/es la ´Peña de los Novios´/ y todavía están las mismas olas frescas reventando”.
Por ello, es imprescindible, enjugar las lágrimas por el ayer, para instalar el dorado hoy, el eterno presente, el paraíso único, que sí poseemos.