Vereda Tropical

Álvaro Darío Lara

Escritor y poeta

 

Hace muchísimos años, caminando con mi padre por un San Salvador ya inexistente, salió, quién sabe de dónde, una sentida melodía. Recuerdo que papá se detuvo y mirándome dijo: – Esa canción estaba de moda cuando yo tenía veinte años, se llama  “Vereda tropical”. El año al que se refería era 1941.

Así, cada vez que la escuchábamos en las transmisiones radiales de los domingos, papá la canturreaba, y en su voz se advertía, que –seguramente- le evocaba amorosos y nostálgicos recuerdos.

Y no podía ser para menos, ya que su letra nos relata la historia de un hombre y de una mujer, que hicieron de la nocturnidad marina su gran escenario de amor. Nocturnidad que se selló con el juramento de la amada de jamás olvidar “aquellas noches junto al mar”. Luego ella desaparece y sólo queda la vereda tropical, como testigo del paso de los jóvenes amantes, rumbo al océano de su pasión.

Veamos este triste final: “Hoy sólo me queda recordar/ Mis ojos mueren de llorar/ Y el alma muere de esperar/ ¿Por qué se fue?/ Tú la dejaste ir/ Vereda tropical/ Hazla volver a mí/ Quiero besar su boca/ Otra vez junto al mar/ Vereda tropical”.

La canción fue compuesta por el mexicano Gonzalo Curiel Barba (1904-1958), autor de numerosas canciones populares que marcaron toda una época. Algunas de estas melodías fueron éxitos al constituirse en bandas sonoras de clásicas películas. Entre su repertorio musical contamos con piezas inolvidables como: “Un Gran Amor”, “Caminos de Ayer”, “Calla”, “Tristeza” y “Llévame”.

“Vereda Tropical”, en el recuerdo de su gran y primera intérprete, Lupita Palomera (1923-2009), fue creada por Curiel en el Puerto de Acapulco en 1936.

La canción inmortalizó el film “Hombres del Mar” (1938), que contó con la participación de los actores Arturo de Córdova y Esther Fernández. Por cierto, aunque en la cinta parece que es Fernández la que canta la famosa “Vereda tropical”, en realidad, es la voz de Lupita Palomera, la célebre intérprete de extraordinarios boleros que han quedado fijados en el gusto popular de las generaciones posteriores. Boleros bellísimos como “Perfidia”,  “Frenesí”, “Incertidumbre”, “Que te ha dado esa mujer” y otros.

El amor truncado por el destino; el amor no correspondido; el amor, víctima de la cruel traición; el amor prohibido por una convención absurda; el amor de vecindad, de arrabal, de puñal, cigarrillo y alcohol; el amor arrebatado por el terrible suicidio; por la venganza, por el odio, por el desamor.

El gran tema, por supuesto, de la literatura, de la música y del cine de todos los tiempos. No el amor feliz, sino el desventurado. Y en ese conjunto, “Vereda tropical”, refulge como una gran joya de la música latinoamericana.

Un aplauso, entonces, para el recuerdo. Y una lágrima de tristeza y esperanza para todos los amantes, a quienes estos versos de Oliverio Girondo, parecieran retratar con total nitidez: “Amor incandescente y amor incauto. Amor indeformable. Amor desnudo. Amor que es, simplemente, amor. Amor y amor… ¡y nada más que amor!”.

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