Carlos Girón S.
Uno no puede arrogarse la representatividad de todo un conglomerado como es nuestro pueblo salvadoreño, unhealthy a menos que ocupe una curul en la Asamblea Legislativa por la voluntad suya, rx la del soberano, troche que lo haya decidido así. Sin embargo, con un poco de osadía, uno puede asumir que él, el soberano, siente una gran vergüenza por el proceder y los abusos de poder, tanto de diputados de dicha Asamblea, como de los integrantes de las diferentes salas de la Corte Suprema de Justicia. Casi sin excepción, ellos actúan como si la cosa pública fuera un coto privado suyo, y tratan al soberano con un desprecio olímpico, pues no les importa lo que éste diga –ni las ganas que tiene de mandarlos al carajo– ante sus abusos y arbitrariedades, a cual más grotesco y desvergonzado, y los líos con la justicia en que se ven enredados no pocos de ellos.
La lista de casos es ad infinitum. No se sabría por dónde empezar. Tal vez por el escándalo de los legisladores desaforados por calumniosos, o los acusados de vapulear mujeres, debido a lo cual quedan inhabilitados para “trabajar” por un buen tiempo, luego de lo cual regresan a reclamar sus puestos y exigir el pago de miles de dólares por salarios no devengados, o los casos de aquellos que, no contentos con el montón de plata que reciben como “representantes del pueblo”, se alían con gente del bajo mundo y “dragonean” con el narcotráfico, debido a lo cual son mandados tras las rejas. Todo esto es vergüenza sobre vergüenza.
Pero hay casos en las otras esferas que se llevan las palmas y guirnaldas: en el estanco del Ejecutivo, en tiempos recientes, no los actuales, el caso tan sonado y retumbado en latitudes internas y exteriores del ex presidente Francisco Flores –que algunos piensan que es la punta del iceberg a ese alto nivel–, de quien ya se ha dicho lo suficiente, por lo que no hay necesidad de abundar.
El otro caso estrella es del ámbito judicial, donde los flamantes miembros de la Sala de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia, de un plumazo, como por arte de magia, hacen extinguir el horrendo crimen de la inolvidable niña de 9 años, Katya Miranda, cuyo abuelo, uno de los principales sospechosos, fue dejado en completa libertad, junto con otros compinches implicados.
El espeluznante caso ha trascendido las fronteras patrias y está siendo elevado a instancias internacionales de derechos humanos, habiendo quienes sugieren someterlo a la consideración del famoso juez Baltazar Garzón, famoso por haber cambiado por completo el Derecho Internacional, al lograr que resplandeciera la justicia con el caso Pinochet, consiguiendo su detención en Londres y enjuiciarlo.
Con la bien recordada Katya, no sería remoto que de repente se quisiera elevar hasta la Corte Internacional de Justicia, que bien lo ameritaría para borrar esa afrentosa impunidad apadrinada y bendecida por los inefables magistrados cuyos nombres mejor se omiten y que sean ellos mismos quienes se muerdan en su propia conciencia, porque ya la historia patria se encargará de registrarlos con letras negras… que destilarán sangre.
En cuanto al resto de salas y magistrados, en particular la de lo Constitucional, es inconcebible cómo sus miembros ni siquiera se ruborizan ante la montaña de críticas y censuras que se han dado y siguen dando por fallos que resultan sorpresivos y arbitrarios o antojadizos, dando un paso adelante en tal sentido el ya célebre juez Italmar Castillo. Es tal la situación que desde la misma Asamblea Legislativa se plantea y exige una completa depuración en dicho Órgano del Estado. Para abundar, no se olviden los desmanes que cometen en corte plena cuando se recetan tremendos aumentos salariales y jugosos bonos a mitad de año, aparte de los aguinaldos de diciembre.
Viendo toda esa suerte de desparpajos que los funcionarios de alto y bajo coturno cometen a diario, ignorando por completo las acerbas críticas de las que rebosan los diferentes medios de comunicación social, la gente dice que todos ellos son como los quelonios, que, con gruesas e impenetrables caparazones, se protegen de los dardos que les llueven y que simplemente resbalan sin que les lastimen en lo mínimo.
Otros recurren a la imagen de los saurios, que al igual que éstos, con hambrientas fauces engullen de dos dentelladas grandes tajadas del presupuesto de la Nación, cuyas arcas se alimentan con el sudor del pueblo trabajador, para el que apenas dejan migajas. Si no, miren un simple caso: la renuencia a mejorar los niveles de pensiones de los septuagenarios y octogenarios jubilados, que durante su vida productiva en las dependencias gubernamentales daban su aporte para la vida del país y ganaban apenas para el sustento diario y para “irla pasando”.
Con la radiografía expuesta se describe lo que son los políticos y funcionarios de nuestro país, pero perfectamente calca con lo que sucede en los países vecinos y de otras latitudes, incluyendo desde luego a los desarrollados del primer mundo. Se diría que es una raza muy sui géneris que prolifera como los cuyos.