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"El FMLN surge 90 días antes de la ofensiva del 81'. No teníamos experiencia. Aprendimos en el lugar". Foto: Saúl Méndez

Veteranos y lisiados de guerra conmemoran el 44° aniversario de la Ofensiva Final

Saúl Méndez

Colaborador

El pasado 10 de enero, la Secretaría de Veteranos y Lisiados de Guerra conmemoró el 44° aniversario de la emblemática operación insurgente conocida como la Ofensiva Final, ejecutada el 10 de enero de 1981.<

La ceremonia reunió a militantes y dirigentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), quienes reflexionaron sobre los logros, aprendizajes y desafíos que marcó ese momento histórico.<

David Rauda, excombatiente del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), subrayó la importancia de recordar estos acontecimientos: «Siempre es importante que nos encontremos para agarrar fuerza colectiva, para analizar esos actos heroicos en el cual muchos compañeros perdieron su vida. Y también para agarrar fuerza de los desafíos de este momento y de futuros momentos», dijo el excombatiente. <

Rauda recordó cómo la acumulación social y política del momento preparó el terreno para la ofensiva. «Habíamos venido de una acumulación social. La efervescencia más grande estaba ahí. La expresión fue el 22 de enero, la gran marcha de la unidad», relató Rauda.

«Todavía no había FMLN, pero ya había un esfuerzo de organización de unidad para crear al FMLN y al FDR.

Después se dieron muchos acontecimientos, la muerte de Monseñor Romero, que nos marcó a esta generación, creo que era el momento insurreccional», mencionó.

La ofensiva, que marcó el inicio formal de la guerra entre la guerrilla y las fuerzas gubernamentales, se caracterizó por ataques simultáneos a guarniciones clave del país, incluyendo San Francisco Gotera, San Miguel, Santa Ana, Zacatecoluca y varias de San Salvador.

Rauda reflexionó sobre los desafíos iniciales del movimiento: «No estábamos unidos. Había esfuerzos de unidad, agrupamientos, pero no estaba una vanguardia. El FMLN surge 90 días antes de la ofensiva del 81′. No teníamos experiencia. Aprendimos en el lugar, pero a pesar de eso, era el momento», agregó.

El 10 de octubre de 1980 se había fundado el FMLN con las Fuerzas Populares de Liberación «Farabundo Martí» (FPL), el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), la Resistencia Nacional (RN), el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y el Partido Comunista Salvadoreño (PCS), y dos meses después se integró el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC). Estos movimientos fueron impulsados por eventos clave, como el asesinato del arzobispo Óscar Arnulfo Romero en marzo de ese año, un hecho que conmocionó a la sociedad salvadoreña.

«Cuando muere Monseñor Romero era el momento en que nos íbamos a tirar a las calles. Había causas objetivas en nuestro país y subjetivas internacionales, porque había motivación de la toma de Nicaragua, la Revolución Sandinista, la Revolución Cubana. Había muchos aspectos subjetivos de la realidad que nos motivaban y nos estimulaban a desafiar a la dictadura militar. No era fácil, nos daba miedo», explicó Rauda.

«Se dio esa gran operación, pero también la respuesta fue dura, con la artillería, con la aviación, la represión.

A mí me matan mi madre, mi abuela, esos días, mis tíos. Ahí me puse más rebelde también y tomé más determinación. Fue tan duro aquello que quedaron poblados destruidos y abandonados».

Así comenzaba, de manera formal, la guerra entre la guerrilla y las fuerzas del gobierno.

«Se había agotado el tema electoral, se había agotado la parte social porque había una represión cruda. Habían muerto ya más de 15 sacerdotes, incluyendo Monseñor Romero, habían muerto dirigentes y se da este acontecimiento que marcó mucho la historia de El Salvador», concluyó.

La respuesta del régimen fue implacable. Además del asesinato de figuras políticas y líderes de gran relevancia, como el arzobispo Óscar Arnulfo Romero, los llamados «escuadrones de la muerte» intensificaron su actividad, desmantelando buena parte del movimiento. Esto incluyó no solo el asesinato de militantes de base, sino también de sus familias, sumiendo al país en una ola de terror. Fue un año marcado por las mayores y más frecuentes ofensivas militares contra las zonas de influencia de la guerrilla, acompañado de la creación de los primeros batallones de élite, diseñados para intensificar la represión.

El conflicto armado finalizó el 16 de enero de 1992, con la firma de los Acuerdos de Paz en el Castillo de Chapultepec, México, poniendo fin a 12 años de guerra y sentando las bases para la transición democrática en El Salvador.

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