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Viaje al centro del mesón

VIAJE AL CENTRO DEL MESÓN

Por Marlon Chicas, El Tecleño Memorioso

Extrayendo recuerdos de mi memoria, no puedo olvidar los viejos mesones tecleños y sus variados personajes que habitaron en ellos, por lo anterior deseo invitarlos, a retroceder junto a este servidor, a mis años de infancia, a una vecindad que, por razón del tiempo, hoy es historia, edificación famosa por su antigüedad, donde se mezclaba la pobreza, desamparo, y desorden, pan diario de sus ocupantes, donde todo era posible.

Este inmueble fue construido en el siglo XX, con paredes de adobe y bahareque. “El Mesón de doña Blanca”, amiga de la familia, edificación que en la actualidad es nido de amor de amantes furtivos, volviendo al tema original, en tal lugar existieron personajes que conocí de alguna manera en mi infancia, viviendo entré húmedas paredes, conviviendo con roedores cuasi conejos, luchando por un espacio en los lavanderos o tendederos, haciendo fila para usar el sanitario o aguardando turno para la respectiva ducha del día.

Familias tecleñas que, a lo largo de la historia, nunca dejaron el buen humor en medio del duro vivir, propio de una historieta, en el viejo mesón de mi amado barrio “El Calvario”. Que a continuación detallo:

El Club del Chambre, expertas en despepitar (desprestigiar), a diestra y siniestra al vecindario entero, divulgando obra vida y milagro de los vecinos, ocupando los lavaderos para tal oficio; El Cachero o Receptador, comprando objetos de dudosa procedencia, para luego revender en el mercado negro; El Curandero, famoso por sus “trabajitos” en pro de los corazones desesperados en busca del amor imposible o desgraciando la vida de otros; El Tamagás amigo de lo ajeno luciendo cadenas de oro y relojes de marca, producto de su labor delincuencial.

La Trabajadora Sexual, ejerciendo el oficio más antiguo del mundo, trabajando de noche, durmiendo de día; El Bolo, con sus interminables zumbas y su pacotilla de talibanes, haciendo de su pieza, su cuartel general; El Catrín, bien vestido y perfumado, un auténtico Rodolfo Valentino, al  acecho de bellas doncellas, buscando salir de pobre; El Mantenido, viviendo a cuerpo de rey gracias al sudor de su selecto equipo de admiradoras.

El Bochinchero, Experto en armar pleitos familiares los fines de semana, a quien “la Benemérita”, en alguna ocasión le dio su par de planazos en la espalda con la vaina del corvo; El Relajo, cuyo aparato de sonido era el despertador del vecindario junto a su colección de las inmortales de Pedro Infante, armando fiestas los fines de semana; El Gay o Lesbiana, estigmatizados por sus tendencias sexuales; El Arcano o Misterioso el que nunca cruzó palabra alguna con nadie.

La Rezadora, de cuya vetusta pared, colgaban estampas de todos los santos y vírgenes, acompañando en los velorios a los deudos, rogando por sus vecinos; El 7 Oficios y 14 Necesidades, menestral 24/7 famoso en el barrio; El Vendedor Informal, viviendo del comercio ambulante; por último, El Hippie, fumando su hilarante “cannabis”, filosofando todo el día con su amigo imaginario, sobre la inmortalidad del cangrejo.

Un merecido reconocimiento a los mesones tecleños: Cornejo, Santa Cristina, Velásquez, 3 de mayo, La Medalla Milagrosa, San Antonio, Tobar, Burgos, Bolaños, Orozco, Granados entre otros. Fieles testigos de nuestra amada Santa Tecla, gracias amigos por acompañarme en este viaje a través del tiempo de una niñez cada vez más lejana.

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