Caralvá
Intimissimun
Quizás pensando en Jean Arthur Rimbaud comparezco ante el final.
Mi infancia católica hasta el colmo, me propinó el amor por el prójimo, lejos estaba de comprender que el mundo prefería el odio.
Momentos de muerte los he vivido muchas veces, tantos que parecen canciones piratas del siglo XVIII, historias de pobres en barrios pobres, leyendas de paciencia y tenacidad inculcada por una tenaz voluntad de comprender el entorno, he vivido bajo el sol tropical calcinante, largas caminatas a casa por promesas infantiles que sin duda creí genuinas porque la religión no miente, porque mi consciencia creía y quería creer en todo lo posible de la jerarquía religiosa; así construir la historia no era fácil, porque no comprendía la desigualdad y tampoco la orfandad de miles de seres condenados al abandono por las calles de la ciudad.
La gramática española inculcada en gruesos libros con las conjugaciones más castizas del siglo XIX y XX con figurones gigantes clásicos, Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Darío, José de Espronceda, Federico García Lorca, Enrique Heine, Juan Ramón Jiménez, Amado Nervo, Jorge Manrique, Pablo Neruda…. ¡Basta! Todo dentro de esa fiesta litúrgica con un largo proceso de silencios de otros poetas jamás nombrados, así poco a poco descubrí los prohibidos, subversivos, profanos.
Vivir en mundos de barrios pobres y mentes católicas era alucinante, más en Semana Santa con estampitas, alfombras, Santos semanales con todos sus nombres y además con una historia militar visible en cada momento, guerra con otras naciones y expresiones populares contra el régimen militar de turno, en consecuencia, el Golpe de Estado… era la puerta del Hades.
Mi mundo cambió de golpe con el sentido de la muerte y fragilidad de los Derechos, los ciudadanos simplemente desaparecían; la tenue frontera religiosa se transformaba, la visión de la sociedad constitucional se convertía en espiral con todas las hipotenusas, catetos, senos, tangentes, en una geometría euclidiana hasta llegar a la física negativa, la línea recta del disparo de los militares a maestros, estudiante, e incluso militares que deseaban salir del averno.
Un día la vecindad del reino de las sombras rozó mi piel, éramos miembros o participantes de los movimientos estudiantiles universitarios, existían invasiones militares a la Universidad, policías internos dentro del Alma Mater, cadenas y expatriaciones de docentes académicos, pero un día a nuestros compañeros los desaparecían, las fuerzas represivas tenían el poder de capturar y destruir a nuestros amigos, que dolor tan grande, que juventud al borde del abismo, que comprensión de la maldad humana… nunca les volvimos a ver, ni saber nada de ellos, ese fue el inicio del camino del infierno tan pagano como la jerarquía armada de lucifer… el tiempo ¿ha pasado en vano? ¿existe tiempo en ese espacio o vivimos de nuevo esa penumbra?
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