Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
Desde el segundo lustro de los años 80’s del siglo pasado, el neoliberalismo se nos impuso como gestor de la economía en nuestro país, y a nuestra América latina desde la toma de la Moneda en 1973, cuando fuera derrocado el legítimo gobierno de Salvador Allende bajo la dirección de la CIA y de Henry Kissinger, con magnicidio incluido.
Fue entonces el régimen corrupto de ultraderecha impuesto a Chile el que lo iniciara en las tesis diseñadas por los chicagos Boys, para luego extenderlas por el resto de nuestra América Latina, una vez que fuera ablandada por la operación cóndor, y se establecieran por la fuerza los regímenes militares replicando al de Santiago.
El caso es que como la amarga experiencia nos ha enseñado, el neoliberalismo acabó con el estado y por extensión el bienestar, abandonando a la población al reducir las inversiones en salud, educación, seguridad e infraestructura, favoreciendo al crimen organizado, concentrando la riqueza en apenas el 0,00004% de la población, desnaturalizando la institucionalidad y financiando exclusivamente a las élites.
Pongamos un ejemplo en pequeño, de una labor familiar en nuestro país: el sector del transporte público de pasajeros.
Quienes se dedican al transporte público de pasajeros son privados, es decir emprendedores que invierten vendiendo el servicio de transportar a los ciudadanos.
Para ello adquieren bienes como unidades de transporte y vehículos, los cuales sirven a este propósito.
Hasta ahí todo bien, el problema deriva del hecho de que estos privados son beneficiados con una asignación de recursos públicos mensualmente, a pesar de ser privados y de que no aseguran a sus trabajadores, expoliándolos, tratando y brindando un mal servicio a los usuarios, lo que supone un negocio de ganar-ganar sin casi ningún coste para el empresario.
Este es un ejemplo de una realidad histórica que América Latina ha padecido desde la llegada de los europeos, y que es el que la riqueza no es producto del trabajo ético, sino de la instrumentalización del estado a favor de las élites, aplicando la vieja fórmula de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas, lo que para nosotros se traduce por ejemplo, dado que nuestro mercado es de carácter cautivo, en cómo los precios de las mercancías y por no percibir estas más que un pobre control del estado, bajo la justificación de que vivimos en un estado regido por el libre mercado, no se determinan los precios de acuerdo a una competencia sana, sino que es pactado por este, lo que limita a la población en algo tan elemental como lo es el ahorro.
Entonces el neoliberalismo supone la legalización de una cultura ya naturalizada en nuestra historia, y que favorece que la riqueza se obtenga instrumentalizando la institucionalidad a favor de las minorías.
Supone que la histórica exclusión y marginación con la que se ha reducido a nuestra población, se agudice día a día, pues la fiesta sigue, la pobreza se agrava y la riqueza aumenta exponencialmente.
Para el 0,00004% de la población.