Carlos Hurtado
Fotografo
Me gustan los cementerios, hay mucha vida en los lugares que albergan la muerte; no solo se va a ellos a dejar o a visitar, en su morada final, a algún ser querido; en los cementerios, aparte de los sepultureros, también se encuentran personas muy interesantes:
En lo gastronómico he encontrado personas vendedoras ambulantes que ofrecen paletas, tamales, café, dulces y golosinas entre otros.
Hay vendedores de flores, de lápidas y de cruces, cerrajeros, albañiles que ofrecen servicio de reparación y pintura en tumbas, nichos y criptas.
Otros, por un precio pactado, graban en placas y lápidas los nombres y datos de las personas fallecidas.
Conocí una señora que, por una pequeña tarifa mensual, se encarga de la jardinería en puestos del cementerio, sembrando flores, regando plantas y removiendo malezas.
Algunos cementerios, por su ubicación, dan servidumbre de paso, por ellos transitan diariamente personas de diferentes tipos, formas y edades, niños y niñas que van o vienen del colegio, otros van en carros, motocicletas o bicicletas.
Una vez vi un pastor predicando al vacío, parado sobre una tumba a manera de púlpito.
En lo recreativo me he encontrado con personas paseando a caballo.
Aparte de la fauna nativa, he visto vacas y cabra pastando, a mamá gallina y sus pollitos removiendo la tierra mientras buscaban qué comer, y también me he encontrado con perros durmiendo a la sombra de tumbas y estatuas.
Finalmente estamos los fotógrafos, los que andamos de cementerio en cementerio, documentando la memoria y el recuerdo, lo que vemos y lo que encontramos.
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