Ricardo Ayala, Educador Popular
Tiempos turbulentos golpean a la puerta de la consciencia colectiva global, a la condición humana que diferencia a las personas del resto de los organismos vivos. La macabra escena que divierte a colonos sionistas juntos a sus hijos desde ferris organizados en la Franja de Gaza devela la miseria de la humanidad, ante el dolor de un pueblo que hace un año sufre el genocidio más atroz en los últimos 80 dolorosos años de su historia, preñada de represión, despojo, mutilación, asesinato, exterminio y colonización. Su pecado: vivir a lo largo de siglos y siglos en el territorio que otros habitantes recientemente consideraron debían apropiarse.
Ante el clamor mundial, la mayoría de los gobiernos integrantes de los organismos multilaterales espectan abochornados cómo puede suceder semejante atrocidad (en pleno siglo XXI), a la que solo un par de potencias militares defienden, toleran, promueven y financian. Palestina sufre la impotencia vergonzosa del mundo para detener la masacre cometida por Israel (con el total respaldo de Estados Unidos), que no termina de saciar sus ansias de sangre y ya bombardea y ocupa territorios de otros pueblos.
Hoy más que nunca resuenan las palabras de aquel médico argentino: ser “siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo.”
La crisis económica, política, ética y cultural de las actuales sociedades a raíz de la barbarie del capitalismo imperialista evidencian la contundente vigencia del pensamiento y coherencia práctica de Ernesto Che Guevara, comandante guerrillero capturado el día 8 y asesinado el 9 de aquel octubre de 1967, en Bolivia, hace ya 57 años, cuando incursionada en el corazón suramericano para (ahora se sabe más precisamente) crear una escuela guerrillera dirigida a la formación de los revolucionarios que liberarían de la opresión a los pueblos latinoamericanos y caribeños, y seguramente mundiales (entre los que, indudablemente, estaría Palestina).
Cuántas generaciones se inspiraron y formaron a la luz de la obra teórica y práctica del intelectual y dirigente revolucionario, quien contribuyó resueltamente a dibujar los contornos de una sociedad nueva sin la barbarie capitalista, que carcome a la humanidad en todos sus aspectos. Y esta misión heredada por Che sigue más vigente que nunca. ¡Acaso no es evidente la masacre en Gaza y el Medio Oriente!
Por eso, el legado de Ernesto Che Guevara debe seguir ayudando a formar a las actuales nuevas generaciones, quienes inconformes con el presente y futuro de sus pueblos aspiran a cambiar sus realidades de raíz.
Con relación al momento actual, es oportuno traer a cuenta algunos aspectos de la obra política del Guerrillero Heroico en el marco de la 57ª conmemoración de su vil asesinato, organizado y perpetrado por la CIA, organismo de inteligencia imperialista, y sus secuaces del ejercito boliviano.
En primer lugar, su internacionalismo, es decir, su compromiso de luchar en cualquier parte del mundo contra las injusticias cometidas a los explotados y oprimidos, como expresión de la solidaridad con las causas nobles del mundo, que no solo es verbal, sino práctica, como ejemplificó Che a lo largo de su vida.
En segundo lugar, y unido a su internacionalismo, su posición antiimperialista a ultranza, sin ambages ni vacilaciones. Su concepción política al respecto bien se sintetiza con aquellas palabras dichas por él: “al imperialismo, ni un tantico así”.
Por otra parte, su incursión al estudio de la economía política con vistas a propiciar el debate sobre el nuevo sistema de relaciones de producción, distribución, consumo e intercambio equitativo y justo, con estímulos morales, es muestra de la madurez de su pensamiento y proyección estratégica. Crítico a las existentes concepciones económicas de orientación socialista, principalmente en la URSS, Guevara convocaba a pensar con cabeza propia desde la realidad concreta, pero sin dejar de lado la historicidad de las luchas.
Son mínimas alusiones a aspectos claves de la obra de Che, que contribuyen a identificar la vigencia de su obra en la actualidad, como si se adelantó a su tiempo. También, para la desmitificarlo, sacarlo de la camiseta, de la foto en la pared y de los libros, y acompañarlo a la lucha actual.