Alma Vilches
@AlmaCoLatino
Vigilar y Castigar es la obra escrita por el pensador francés postmoderno Michel Foucault y publicada en 1975. En torno a esta temática giró la ponencia de Adelino Braz, director del Instituto Francés de América Central durante la cátedra franco-salvadoreña “Faucault y las cárceles”.
Según Braz, esta obra, a través de un estudio del derecho penal, y concretamente del régimen penitenciario del siglo XVIII hasta el siglo XIX, estudia la presencia de las relaciones de poder, las tecnologías de control, y la microfísica del poder presentes en la sociedad.
El director del Instituto Francés de América Central expresó que en el capítulo Disciplina, Foucault encuentra que el castigo en forma de ejercicio y aislamiento, soportado en la prisión como institución, termina imponiéndose en las sociedades modernas, en parte, debido a la incursión de un nuevo mecanismo de poder: la disciplina.
Si bien esta ha estado presente en la historia en diferentes instituciones, principalmente en las militares, es en los siglos XVII y XVIII que deviene en una fórmula general de dominación, naciendo así una anatomía política. La disciplina son los métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad y utilidad. Estos métodos son minuciosos y constantes, discretos, anónimos e invisibles, constituyen una microfísica del poder que privilegia los castigos del orden del ejercicio, pues de esta forma logra obtener cuerpos dóciles y normalizados, la problematización del criminal detrás de su crimen, la preocupación por un castigo que sea una corrección, la división del acto de juzgar entre diversas instancias que se suponen medir, apreciar, diagnosticar, curar, trasformar a los individuos, revelan la penetración del examen disciplinario en la inquisición judicial. En ese sentido, el poder no solo excluiría, reprimiría, ocultaría; sino que también produciría.
Para Braz, arquitectónicamente la prisión permite una vigilancia invisible, implica la existencia de funcionarios que están continuamente examinando y, por tanto, hacen una función de jueces. La prisión ha sobrevivido y ha triunfado como lugar del castigo a pesar de no lograr realmente la terminación o disminución de los delitos, pues el sistema carcelario no estaría destinado a suprimir las infracciones, sino más bien a distinguirlas, distribuirlas, utilizarlas.
Foucault propone que el sistema penal sería una forma de administrar los ilegalismos, aceptando algunos y reprimiendo otros, lo cual implica que los mecanismos de poder se insertarían en las diferentes esferas de la sociedad. La transformación que sufre el castigo en las formas penales muestra la transformación misma del ejercicio del poder sobre los individuos de una sociedad en general. El castigo es el desplazamiento de la tortura física y pública, a un castigo que toca ligeramente el cuerpo, que intenta no producir dolor físico, pero que ejerce poder y control por medio de otras disciplinas del saber como por ejemplo la psiquiatría. Es el desplazamiento que se da no como humanización del castigo sino como forma de normalizar y volver útil al individuo para que sea productivo.