El asunto trágico es que si antes el futuro era algo lejano, ahora es algo que está a la vuelta de la esquina, en los últimos cincuenta años el conocimiento, el dominio de la ciencia y la técnica se ha multiplicado, pero esto no ha significado que se hayan resuelto los problemas que confrontamos como individuos necesitados de resolver tres asuntos básicos: la comida, la vestimenta y un techo para guarecernos y como sociedad: la educación, la salud, la seguridad. Ahora confrontamos una tragedia mayor; Ciudad del Cabo se queda sin agua, en El salvador varios ríos se han secado, cambia la dirección de los vientos, sube el nivel del mar, hay sequías prolongadas o inundaciones terribles, el factor tiempo se vuelve impredecible, etc. ¿Qué tiene esto que ver con el trabajo cultural? Todo y nada, pues a cada paso estamos ante un dilema, ser o no ser, somos seres conscientes que aportan arte y con su arte aportan capacidad de ver más allá o somos simples personas buscando un espacio para mostrar nuestros latidos, actuamos para modificar de mejor manera nuestro entorno o miramos para otro lado.
Una cosa es el decir o el sentir y expresarnos en una reunión de amigos, otra es la manifestación del ser hacia una sociedad que prioriza lo inmediato en una parafernalia, un momento de intensa luz en los ojos, que no nos deja movernos hacia lo humano necesario, en definitiva el dilema es: somos actores o somos espectadores.
Esto se ha dicho más de una vez, pero no resulta suficiente decirlo. Así como creadores no basta tener una obra de cierta calidad, eso efímero que no siempre podemos definir. Ante la crisis de sistema, acercándose peligrosamente al punto del no retorno, ¿qué valor tendrían nuestras obras ante un público inexistente? En este sentido el arte en sí no basta, pero sin una perspectiva de trabajo cultural los cambios sociales se vuelven sal y agua. Así lo comienzan a entender y se ha manifestado en el último Foro Social Mundial, realizado en La Habana. Una organización puede hacer mucho y de hecho así lo demuestran cientos de organizaciones con trabajo cultural encomiable. Hace algunos años dijimos en una entrevista como Festival Palabra en el mundo que nuestro objetivo era la realización de más lecturas de poesía que bases militares, solo que el imperio tiene presencia militar en 179 países, nosotros hemos logrado respuesta en 54. Las guerras convencionales en este momento se estiman en cuarenta, pero el imperio tiene otras formas de manifestar su nefasta presencia, hay guerras no convencionales como la comercial cuyo resultado será que las mercancías aumenten su precio, sin aumentar su valor. Así mismo, hay otra guerra cuyo escenario es el planeta todo, la guerra mediática, los poderes del mundo han encontrado la forma de modificar nuestra percepción de la realidad, nos atosigan con información, poco importa que sea falsa y nos hacen ver enemigos donde no los hay y ver amigos en quienes nos llevan a la muerte. En este contexto de constante deshumanización, de la economía, de las relaciones humanas, de la educación, de las comunicaciones, etc., hay quienes priorizan las relaciones parasitarias, aprovechan cada oportunidad para subir sin aportar a nadie un valor extra, hay quienes solo están para ser vistos, no hacen daño, pero nada aportan a la fiesta, son comensales sin su botella de vino. Y estamos quienes vemos el mundo como la mayor posibilidad de hacer posible aquello que demora un poco más, lo imposible.
Se trata de eso y todo aquello probable cuando logremos el desarrollo pleno del potencial creador del género humano. Quisiéramos entregar una panorámica de una organización, solo que somos más bien una idea en constante construcción, algo no del todo definido, una “organización difusa”. Hay presencia Sur en 23 países: Mozambique, Suecia, España, Portugal, Canadá, México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile. En algunos casos la presencia Sur se remite a uno o más contactos que han dado su aprobación para ser parte del movimiento, luego se quedan esperando algo que no acontece, pues en esencia aquí a nadie se le dice que debe hacer, esto es la suma del hacer de muchos con sus visiones, formas de acción, capacidades y prioridades. La mayoría tiene un buen comienzo y luego se apagan, lo cual sumado a otros que no responden nunca, nos hace estar en el limbo de saber que somos como las partículas, siempre hay algo que se nos escapa. Pocas veces nos enteramos de las acciones locales, en su mayoría quienes actúan lo hacen sin ruido o la idea no toma fuerza propia. En todos los casos los asuntos que se emprenden resultan gracias al trabajo enconado de algunas personas imprescindibles. Todo este esfuerzo se financia con aportes voluntarios o las cosas se hacen sin pasar por el dinero.