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VIOLENCIA SOCIAL: VIGENCIA PERMANENTE

Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador

A pesar del silencio informativo impuesto desde el régimen a los medios de comunicación, la narrativa triunfalista dominante y la desinformación imperante, cada vez es más probable acceder a una mayor filtración de noticias indeseables para este, entre las cuales destaca la violencia social.

No sorprende que sean los agentes del estado, militares y policías, así como el aparato judicial, los que más atropellos cometan contra la población, como que este busque encubrirlos por los medios a su alcance.

Empero algo escapa a su control: la delincuencia común, que prospera reptando en los nichos abandonados por el terrorismo doméstico, a los que el estado tampoco presta ninguna atención.

Y es que ahora como sucediera en el pasado, medidas de control social como las que padecemos, además de aplicarse sin discriminar tanto a delincuentes como personas honradas y trabajadoras, de lo que dan cuenta los más de 12, 000 detenidos sin razón jurídica en su contra, tampoco se ha realizado el debido abordaje multidisciplinario para interpretar las causales, ya conocidas, atacándolas para así superarlas desde la institucionalidad, lo que derivaría en la sociedad a la que aspiramos.

Para ilustrarlo tomemos el caso finlandés, es el ejemplo más cuerdo para comprender esto: en los 20’s del siglo pasado decidieron como sociedad apostar a la educación como medio para superar el atraso que padecían en relación al resto de Europa, lo que finalmente lograron después de mucho esfuerzo y sacrificio, transformándose en la sociedad de bienestar que gracias a la tecnología y saber ahora después de un siglo lograron. Esto supone que la apuesta del desarrollismo no es gratuita y no procede de ninguna fórmula mágica, sino del esfuerzo sostenido en la búsqueda de su concreción, con sus aciertos y errores, pero sobre todo sin desalentarse en la procura de construir dicha sociedad.

No fue gratuito, primero por el tiempo invertido, pero además por los sinsabores que ello supuso en el camino.

Al final Finlandia no es la sociedad perfecta, pero si es lo más próximo a ello en la vieja Europa.

Acá en cambio la solución deriva de una lectura perversa y unilateral de las élites, con la que achacan la responsabilidad a los demás, a las circunstancias, sin ser ellos o sus privilegios nunca la causa de los males sociales que desde siempre, desde la fundación de la República, padecemos.

Y es que la violencia social no es un síntoma, es la enfermedad con su rostro más crudo, derivado de las carencias intencionadas que los privilegios de esa minoría, el 0,8% de acuerdo al BM, sustrae en su favor gracias a la complicidad de un estado que opera en ése sentido, secuestrado por los mismos agentes que lo han expoliado desde siempre.

Entonces la enfermedad, la violencia social, es una causal paralela, que hay que atacar al unísono de las causales del mal: la injusticia, la exclusión, la marginación de las mayorías, en favor de ése 0,8% de las élites.

 

Éste es el mal originario al que hay que aplicar el estado de excepción.

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