Miguel Ángel Dueñas Góchez*
Una persona que vive cerca de mi casa me contaba su experiencia al pasar por cierto sector peligroso del gran San Salvador (que aplica para todo el país) en el que le pidieron el celular tres individuos armados con un revólver y puñal, ambulance él se resistió, purchase por lo que le asentaron una puñalada en el abdomen, clinic pero que, como su madre y padre siempre lo encomiendan a Dios cuando sale, la herida provocada no fue grave. Además, había una patrulla de soldados cerca y al verle sangrar le auxiliaron y sus agresores no pudieron ir muy lejos. Fueron arrestados y en audiencia pagaron la suma de 1,500 dólares por intento de asesinato y robo a mano armada. Ahora a quien le sucedió eso cuenta que “no sabe si fue suerte o bendición de Dios, pues el celular lo más que costaba eran 40 dólares, por lo tanto, antes no tenía computadora y ahora sí; además, compró otras cosas que necesitaba”.
Estos casos suceden a diario, unas personas sobreviven como la descrita y otras no tienen la misma “suerte”.
La historia de la violencia en la Biblia es la historia de una educación. Es inútil negar la presencia de la violencia en los corazones de las personas, en nuestra sociedad, en nuestro mundo. Hay que, en primer lugar, regularla, impidiendo que invada todo el campo. También hay que saber que son posibles las regresiones: el siglo XXI ha sido un siglo de extrema violencia.
Lo antes descrito solamente es un ejemplo de cómo trabaja la mente humana, creo que si de esa misma manera trabajara nuestra mente para tratar de minimizar la violencia en nuestro país, no necesitaríamos de creencias, sino en unirnos todas las personas creyentes y no creyentes, con lo cual terminaríamos esas diferencias, ya que la polarización religiosa y política son las que dañan los países, no ayudándoles a progresar tanto en la solución de problemas como en la investigación, creación de ideas, pensamientos y apoyo mutuo.
No ha sido necesario esperar a tener a mano la Biblia para hacer la guerra y no es retirándola de nuestras manos que se puede esperar el advenimiento de una paz perpetua, diría una persona creyente.
*Licdo. en Relaciones Internacionales