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Visión popular y discernimiento

José M. Tojeira

Con frecuencia los políticos usan las encuestas de opinión para favorecerse a sí mismos. Sin embargo, cuando las encuestas están bien hechas y cuando la reflexión sobre las mismas es la adecuada, lo que se advierte es que la opinión popular tiene un grado de discernimiento y reflexión que casi siempre los políticos tratan de ocultar. Hace años el Instituto de Opinión Pública de la UCA, previo a unas elecciones, preguntaba por quién votaría el ciudadano y también si se creía que gobernando ARENA, seguirían gobernando los ricos en El Salvador.

A mucha gente le extrañaba que la mayoría de las respuestas dijeran que iban a votar por ARENA, y que respondieran simultáneamente que con ARENA seguirían mandando los ricos en el país. Pero en realidad lo que debía deducirse no es que el pueblo fuera contradictorio, sino que tenía una forma de discernimiento que llevaba a pensar que el gobierno de los ricos, en circunstancias concretas, sería el mal menor para El Salvador.

En la actualidad una encuesta de FundaUngo nos muestra con claridad el discernimiento de la población. Preguntada por el régimen de excepción, casi el 84% daba una opinión favorable al mismo. Pero en la medida en que se iban desglosando aspectos que caracterizan el régimen de excepción, la aprobación bajaba hasta llegar al 8% cuando se preguntaba si se estaba de acuerdo con que no se diera información a los parientes de los detenidos.

En otras palabras, que la gente aprobaba el régimen de excepción como un camino de enfrentamiento con las maras, conscientes de que su presencia en el país es uno de los problemas de seguridad más graves de El Salvador. Pero rechazaba en niveles cercanos al 90% tanto el silencio informativo como la condena sin presencia de abogados defensores. Otros aspectos del régimen de excepción, como la detención administrativa durante 15 días o el ser capturado por simples sospechas sin orden judicial, tenían un rechazo poblacional de más del 50% de los encuestados.

¿Tiene apoyo popular el Presidente Bukele? Es evidente que sí. Pero lo cierto es que entre quienes le apoyan hay cada vez un mayor discernimiento entre lo que son los resultados y lo que son los medios para obtenerlos. Y que el exceso de fuerza, el militarismo o la violación de derechos pesa cada día más de un modo negativo en la conciencia de la gente. Si cada vez se cerca a más municipios como se ha hecho con Comasagua, la incomodidad irá creciendo. Si se continúa prácticamente enjuiciando personas casi sin derecho a defensa o se las priva del derecho a tener contacto con los familiares, la insatisfacción se irá ampliando y ahondando. Aunque el exceso de fuerza que se está practicando tenga resultados casi inmediatos, el prolongarlos aumentará la incomodidad y la crítica.

Es cierto que en el país existe una cultura de violencia que se expresa tanto en la brutalidad de la delincuencia como en otros fenómenos que mantienen viva dicha cultura. El castigo físico a los niños, el machismo y el mal trato a la mujer, el lenguaje de odio de las redes, el gusto por las armas, la acumulación de guarda espaldas, la prepotencia de algunos funcionarios y empleados públicos, alimentan esa cultura que al final coloca al más fuerte por encima del débil y sus derechos. Casi podemos decir que de ellos aprendieron los miembros de las maras, llevando la violencia a extremos inusitados.

Machiavello, al que con tanto placer leen algunos políticos dados a la “moralidad notoria” y simultáneamente al ventajismo personal y de grupo, terminaba su obra más conocida, El Príncipe, diciendo que “no existe hombre los suficientemente dúctil como para adaptarse a todas las circunstancias”. Por esa misma razón, y más en democracia, el político debe pegarse a la normativa vigente, impulsarla hacia el bien común y no utilizar el poder como una fuente de arbitrariedad, sin respeto a reglas y condicionamientos expresados en la doctrina de los Derechos Humanos. Hacer lo contrario, aprovechar el poder como fuerza, lleva siempre al enfrentamiento, precisamente por las insuficiencias humanas y por los mismos efectos de un poder sujeto a la dinámica de acción y reacción.

Y aunque se pueden ganar muchas partidas cuando se juega al poder, siempre, tarde o temprano, llega el momento de la derrota. Hacer bien las cosas, ser fiel a los principios democráticos y a sus normativas, es lo mejor que puede emprender cualquier persona que se embarque en esa empresa de la política, siempre sujeta a tormentas. Los que hoy sufren por no haber pagado la renta de los sobresueldos son un ejemplo, digamos que en pequeño, de lo que pueda generar el no apegarse a normativas. Quienes se las saltan, están siempre sujetos a los vaivenes de la política, más allá de los triunfos del momento.

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