Orlando de Sola W.
Se entiende como visión nuestra particular forma de entender la realidad; sus riesgos, amenazas y oportunidades. De ella dependen nuestra misión, plan y objetivos personales, así como colectivos.
Se habla de polarización político-partidista como si fuera un fenómeno físico-magnético y se insiste en un diálogo entre polos que se atraen y repelen, como en un motor eléctrico que produce fuerza giratoria en la alternancia. Pero los motivos y solución de nuestra discordia no se encuentran en las ciencias exactas, como la física, la química y la mecánica, sino en la ciencias sociales, como la antropología, la sociología y la economía.
Para averiguar el origen de nuestros problemas debemos incursionar en las disciplinas que tratan de explicar el comportamiento humano, descubriendo los hábitos, actitudes y costumbres que influyen sobre nuestra conducta individual y social.
Muchos creen que el comunismo es el origen de nuestros problemas, pero otros creen que el capitalismo, ahora neoliberalismo. ¿Cuál interpretación es correcta? ¿O es algo entre individuos, entre seres humanos, mas que entre sistemas? El comunismo cobró importancia a partir de 1848, cuando un grupo de intelectuales hizo publicar, en Londres, el Manifiesto de ese nombre. Pudo habérsele llamado Manifiesto Proletario, porque ese era su enfoque, pero le llamaron Comunista, poco antes del efímero levantamiento conocido como la Comuna de París.
Los proletarios, según los analistas de entonces, eran personas cuyos ingresos dependían de empleos en la industria. Pero no fueron ellos los que se levantaron en Londres, o en París, sino los pensadores burgueses, cuyo origen es “burg”, o ciudad en alemán.
Como los plebeyos en la antigua Roma, los proletarios industriales también se sintieron inferiores a los patricios, cuyos ingresos no dependían de empleos, ni de salarios, sino de utilidades obtenidas por ser propietarios de las máquinas, operadas por personas cuya dignidad era considerada inferior. Eso provocó un enorme resentimiento, no comunismo.
La palabra Comunismo viene de comunidad, una estructura de individuos y familias que conforman el grupo primordial. A partir de esa estructura surgieron el clan, la tribu y la nación, un conglomerado mayor que une todo eso, comenzando por el individuo.
Hace 25 siglos, cuando Platón describió la sociedad que deseaba, la llamó Comunitas, no República, como la llamamos en castellano y otros idiomas modernos, tal vez porque Roma conquistó las ciudades-estado de la antigua civilización griega. Pero Platón escribió en griego, no en latín.
Desde 1932 se ha justificado la represión por la presencia del Socorro Rojo Internacional, un movimiento trotskista dirigido desde Nueva York. Pero se culpó a los estalinistas en Moscú para activar la Doctrina Monroe, la Diplomacia Cañonera y la del Dólar, que eran importantes expresiones de la política exterior de Estados Unidos en la región.
La otra visión, llamada capitalista por unos y neoliberal por otros, también padece de errores semánticos que complican nuestro entendimiento. Caput es la palabra latina de donde viene el capitalismo, popularizado en el siglo XIX por una obra escrita en alemán. Caput significa cabeza, no máquina, que es clave en la industria. Por eso el capitalismo es el nombre equivocado para un sistema de producción que se basa en máquinas, cuyo funcionamiento depende de personas naturales, sus necesidades y posibilidades.
Antes del capitalismo era el liberalismo, un movimiento filosófico-político que surgió de un cambio cultural llamado Ilustración, a mediados del siglo XVIII. A partir de entonces la libertad cobró importancia, siempre acompañada de verdad y justicia, porque sin ellas se vuelve libertinaje. Todo eso fue contra el mercantilismo, un sistema de monarcas absolutos que administraban ventajas, favores y privilegios a sus súbditos favoritos, ignorando al resto. No habían ciudadanos.
Ambas visiones, la comunista y la mercantilista, tienen errores semánticos y defectos conceptuales que deben ser aclarados en un diálogo, no solo entre funcionarios y empresarios, sino entre ciudadanos responsables que deseen descubrir su realidad. Por eso, para conciliar esas visiones encontradas debemos comprender sus orígenes, que yacen en nuestras costumbres, hábitos y tradiciones, especialmente nuestros sentimientos y actitudes que forjan nuestra poca inteligencia emocional, que se refleja en malas leyes, jueces y gobernantes.
Necesitamos revisar nuestros parámetros históricos, antropológicos y sociológicos para que nuestras futuras cosmovisiones sean mas compatibles y complementarias con el bienestar general.