Álvaro Darío Lara,
Escritor y poeta
El saber lidiar con las diferencias, estableciendo puentes de comprensión entre quienes pensamos o actuamos distinto, no es fácil. No es fácil, sobre todo, en sociedades como las nuestras signadas por una historia de violencia y autoritarismo que desde la familia, la escuela, la iglesia o el Estado han forjado, en no pocos casos, un modelo de interacción social donde la intolerancia y el irrespeto sobresalen de manera mayúscula en las relaciones sociales más elementales.
Circular por las calles y avenidas del país, hacer fila en una tienda o supermercado; banco, institución gubernamental u hospital público, pone a prueba los limitados valores de la paciencia de una ciudadanía agresiva, desconfiada y temerosa. No es casualidad la cantidad de altercados entre vecinos o compañeros de trabajo, por asuntos que prácticamente rayan en la nimiedad, pero que son capaces de encender las más cruentas pasiones, hasta el punto, en ocasiones, de llegar a resultados fatales.
La salud mental, tan cuidada en otras latitudes, lamentablemente no ha gozado de la suficiente atención por parte de nuestra sociedad. No hemos podido construir en este aspecto, una firme institucionalidad que garantice la buena formación de ciudadanos en la práctica de los valores fundamentales de la convivencia.
Saber comprender al otro, situarse en su realidad, y desde ahí forjar relaciones fraternas es un camino arduo, pero no imposible.
La actividades deportivas, bien conducidas; una agenda cultural y artística, abierta a la población; el potenciar sitios de recreo, especialmente, para aquellos con menos recursos y la puesta en marcha de talleres de formación en áreas técnicas para jóvenes, podría ser una excelente ruta de desarrollo impulsada por municipalidades comprometidas y vigorosas. El entramado humano del país urge de un bálsamo que lo restablezca y lo disponga positivamente ante el deterioro de la moral social que vivimos.
Todos somos responsables de crear un mejor ambiente, desde donde nos situemos. En ese sentido, las palabras del escritor místico Rubén A. Dalby, cobran una gran actualidad: «Cuando alguien trate de robarnos los sentimientos de armonía y amor que deben reinar en nosotros, debemos ser comprensivos y entender que esa persona está vibrando en una escala inferior a la nuestra en lo que respecta a la armonía, y que debemos irradiar con mayor fuerza nuestro amor. Hay casos en los que pareciera imposible poder enviar pensamientos de amor, cuando vemos que la actitud y la grosería de la otra persona no tienen una aparente razón de ser».
No es sencillo mantener el equilibrio y la cordura ante acciones individuales o colectivas que atentan contra toda racionalidad, sentido común, o estado emocional. Sin embargo, de nosotros depende darles cabida. Recordemos que las situaciones crecen entre más atención les prestamos.
Si logramos dirigir nuestro interés a lo que en realidad lo merece, con toda seguridad, apartaremos de nuestro camino mucha infelicidad. Como bien escribe Dalby: «… el amor nos mantiene en perfecta Paz, en pleno control de nuestras emociones o, dicho en términos musicales, en Armonía».
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