Álvaro Darío Lara
Escritor y docente
En una charla reciente, que el conferencista motivacional y facilitador de metafísica, Javier Álvarez, ofrecía a un interesado público, preguntó, con gran propiedad expositiva, si los salvadoreños éramos positivos o negativos.
Ante esta interrogante, la gran mayoría de los asistentes respondió que consideraba que los salvadoreños éramos negativos, incluso, más de alguno, nos calificó de “absolutamente negativos”. Este servidor expresó que dependía mucho de la manera cómo nos relacionáramos con las personas concretas, y que era muy difícil hacer apreciaciones tan radicales en uno o en otro sentido.
Javier sonreía, escuchando con atención, todas las opiniones. Finalmente, tomando aire, y cerrando los brazos sobre su pecho, nos dijo: “Lo que ustedes han respondido refleja únicamente su propia actitud” ¡Sabias y esclarecedoras palabras! Es nuestra actitud, ante las personas, situaciones, aspectos diversos de la vida diaria, la que establece la diferencia.
Una actitud negativa, predispone al más entusiasta y relajado interlocutor; crea conflictos innecesarios, desagrada, desmotiva, enrarece el ambiente ¡Y vaya si lo sabemos, quienes tratamos, laboralmente, con grupos humanos! Por el contrario, una actitud positiva, amigable, cordial, abre las más entrampadas puertas, posibilitando mejores y más sanas relaciones con los otros, y desde luego, con el mundo entero.
El Sabio de Ojai, Krishnamurti, nos lo recuerda en su libro “La libertad interior”, escuchémosle: “Lo que trato de decir es en realidad muy sencillo, usted tiene que hallar una nueva manera de vivir, de actuar, para poder descubrir lo que significa el amor. Y para descubrir eso, no puede usar los viejos instrumentos que tenemos. El intelecto, las emociones, la tradición, el conocimiento acumulado; esos son los viejos instrumentos. Los hemos utilizado de manera interminable, sin que hayan producido un mundo diferente, un estado mental distinto; son completamente inútiles. Tienen su valor en ciertos niveles de la existencia, pero carecen de valor cuando estamos preguntando, cuando tratamos de descubrir una manera de vivir que sea del todo nueva. Para decirlo de otro modo: nuestra crisis no está en el mundo, sino en nuestra conciencia (…) La crisis está en la mente misma, en la de usted, en su conciencia, y a menos que usted responda a esa crisis, a ese reto, usted aumentará, de modo consciente o inconsciente, la confusión, la desdicha y la inmensidad del dolor”.
Por otra parte, la autora Caroline Adams Miller, en la ruta de modificar nuestra actitud, afirma: “ Cuando era pequeña alguien me contó que para llevar a cabo la acción de fruncir el entrecejo empleábamos trece músculos y que para sonreír nos bastaban dos, así que una forma sensata de conservar las energías podría ser sonreír a menudo (…) incluso cuando uno no está contento, se siente mucho mejor si mueve los labios para dibujar una sonrisa porque, al hacerlo, los músculos contraídos modifican el riego sanguíneo y liberaran endorfinas `de placer` en su cerebro”. Así, que, ya lo sabemos. A cambiar nuestra actitud, a sonreír ¡Nuestra actitud producirá maravillas!
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