@RosmeriAlfaro
El Movimiento de Unificación Indígena de Nahuizalco (MUINA), nurse conformado por diferentes movimientos indígenas de la localidad como ASDEIS, ANARSIS, APPAN y ARCAS, conmemoró el etnocidio de la masacre del 32 donde fallecieron miles de “tatas y nanas” de la localidad.
La masacre de 1932, una de las mayores represiones contra las poblaciones indígenas por parte de las fuerzas militares del general Maximiliano Hernández Martínez, trajo consigo efectos que se extendieron años posteriores con la marginación, exclusión y ocultamiento al que recurrieron los sobrevivientes y sus descendientes.
“En la Hacienda Mirasalco, ubicada en el cantón Cuzamaluco, el Sr. Mata (dueño de la hacienda) mandó a llamar a todos sus colonos y a los vecinos de la comunidad y les dijo que los iba a proteger ahí. Les dijo que si no llegaban a su hacienda la fuerza armada los iba llegar a asesinar.
Pero resulta que con ese engaño los llevó a su hacienda, estando ahí los mandó a desarmar unas redes que eran las que utilizaban para la “tapisca” del maíz y con esas mismas los amarraron y después llegó la fuerza armada a masacrarlos”, comentó Nicolás Sánchez, miembro del movimiento ASDEIS.
“Ese es uno de los hechos que más sobresale de la masacre del 32 en Nahuizalco. Eso contaban nuestros abuelos de la masacre del 32, que también se dio en Izalco, Tacuba y Juayúa”, agregó.
Esta es solo una de las historias que se escuchan en Nahuizalco, sobre la masacre que se dio hace 84 años cuando las poblaciones indígenas se revelaron contra la represión martinista, para exigir mejores condiciones de vida.
En el acto de conmemoración, los asistentes hicieron una invocación espiritual para pedir a las abuelas, abuelos y al padre sol, fortaleza, convicción y compromiso para seguir luchando.
A 84 del etnocidio, el recuerdo de lucha de los “tatas y nanas” sigue latente en sus descendientes. Hasta la fecha hay muchos historiadores y poetas indignados por este acto de injusticia.
Walter García, poeta e integrante del colectivo literario Sennemit Shinakti (Colectivo Semilla), es uno de ellos. En el acto conmemorativo para las almas que se encuentran enterradas, en lo que hoy es el parque municipal de la localidad, compartió con los asistentes el poema Guerreros del amor:
“Desde aquel 22 de enero de 1932 descansan aquí en este llano vestigios y silenciosos testigos de aquella fatídica noche, torturados y callados con balas sepultaron sus martirizados restos en tierra sagrada para nuestro pueblo. Nobles, orgullosos y ejemplares.
Seguimos en peregrinación ofrendando nuestras velas e incienso, cacao y flores, miel y mirra y nuestra bebida ancestral encendiendo el sagrado fuego, agradeciendo a los elementos, realizando ceremoniales, honrando sus vidas y sus muertes…
Este día aún nos duele y sigue esperando justicia.
Vivirán siempre en nosotros, grandes guerreros del amor”.
Aunque no hay datos oficiales, algunas investigaciones señalan que la cifra de fallecidos en el occidente del país superó las 20 mil personas.
A pesar del dolor que causó la masacre de los indígenas “nahuizalqueños” en los sobrevivientes y descendientes, el tiempo no ha logrado borrar la huella de los que un día lucharon sin temor por tener mejores condiciones de vida.