Renán Alcides Orellana
El sabio no dice todo lo que piensa, nurse pero piensa todo lo que dice. Y el pueblo es sabio. Durante las pasadas elecciones del 1 de marzo, ampoule para alcaldes y diputados, lo demostró. Antes de votar por alguien, primero lo pensó; luego, actuó. Es decir, votó; pero esta vez -con ligeras excepciones- con más clara conciencia. Sabiamente, pensó que la patria demanda honestidad y servicio, no simples frases huecas disfrazadas de promesas. Pensándolo bien -dijo el pueblo- es hora de comenzar a depurar…
Y comenzó: no más cacicazgos legislativos, ni intentos de dinastías, ni veteranías que por décadas han pasado sin dejar huella, ni viejas edades fingiendo ser “caras nuevas”, ni jóvenes inexpertos que no fueron capaces de descubrir que sus cúpulas partidarias sencillamente los utilizaron para guardar apariencia de apertura… Y comenzó también la casi depuración de algunos viejos dirigentes de partido, que apenas lograron un escaño por residuos y así, con una sola plaza, lograron que su partido sobreviva, para bien o para mal de la aritmética legislativa. Una sobrevivencia que sigue a duras penas, por obra y gracia de algo o alguien, después de ser un partido presidencial de arrolladora presencia, hace algunas décadas.
Hay que decir, sin embargo, que en todos los partidos siempre habrá diputados merecedores de la reelección, como cierto es también que, entre los que se iniciarán en mayo, los hay algunos dignos de la confianza de sus comunidades. Su actuación durante los próximos tres años, ratificará o hará perder esa confianza. Todo estará en el trabajo constante, el acercamiento y apoyo a sus comunidades, la robustez y honestidad de su actuación y el cumplimiento, real y oportuno, de sus promesas de campaña. Si no, pues, les tocará… más luego que tarde…
No podía darse la depuración completa esta vez porque, además de ser muy compleja, una parte de los compatriotas pronto olvida haber sido objeto de ultrajes y no está preparada en cuanto a evaluar conductas antipopulares (se coló más de alguna); y porque, además, resultaba hasta inconveniente, pues es necesario que la experiencia se vaya dando por sorbos y así, poco a poco, se vayan aclarando las aguas, para dar paso a las nuevas generaciones de políticos, jóvenes y de pensamiento nuevo. También, esas nuevas generaciones necesitan ir confirmando las intenciones de cambio del espectro político nacional, para tener la certeza de que, ahora sí, los espacios irán siendo suyos, en la medida en que la depuración contribuya a propiciar los cambios.
Pero, la sabiduría del pueblo no paró ahí. También dejó un claro mensaje a los partidos políticos: deben buscar acercamientos, hacia necesarios consensos, pensando más en el bien de la Nación que en intereses personales o de grupo -como cuando se enuncian logros partidarios invocando la trillada motivación a “defender el sistema de libertades” (¿?)-, como ha sido -es- la costumbre. Una costumbre que -tal como se ha visto en esta contienda electoral- cuenta con respaldos económicos, políticos y mediáticos (no de todos los medios de comunicación, pero sí de algunos de los mal llamados grandes medios), destinados a seguir confundiendo al pueblo con sesgos noticiosos y de opinión.
Finalmente, tampoco se debe ignorar el mensaje/reclamo del Soberano, a todas las entidades que participaron significativamente en el evento, por fallas ocasionadas por desconocimiento o malicia. O por ambos. El tiempo y los nuevos políticos marcarán con la depuración, a corto futuro, el verdadero camino hacia la democracia con la que siempre ha soñado El Salvador. (RAO).