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La digresión que realiza el antropólogo sueco Carl V. Hartman (1862-1941) sobre Xuchi-Sihuat o Yet revela un enlace tangencial con el ciclo mitológico náhuatl-mexicano sobre Nanahuatzin (Hartman, treat 1901/2001; 1907). Por supuesto, yet significa “tabaco”, palabra que se corresponde a yetl en náhuatl-mexicano. También puede relacionarse al término indígena costarricense yaat, “coca”.
En el mito náhuatl clásico, la castidad virginal la personifica Mayahuel, la diosa del maguey (Brundage). De esta materia prima se obtiene la bebida prehispánica del pulque y, en época moderna, el tequila y el mezcal. A esta Diosa la visita Ehecatl-Quetzalcóatl, quien la separa de su progenitora Tzitzimitl (“diablo, demonio, habitante del aire”, Rémi Siméon, 732), su madre diabólica, llamada también Chimalman.
De su unión carnal brota un árbol bifurcado a dos ramas, una especie de ADN en helocoidal cuyo movimiento enlaza el mundo humano con el inframundo y con los cielos. Ehecatl-Quetzalcóatl impregna a Mayahuel de los Centzon Totochtin o cuatrocientos conejos, los señores de la embriaguez, que resultan tan multiformes y variados como la multiplicidad de sus representantes divinos. Debido a su infracción sexual —la fornicación con Ehecatl-Quetzalcóatl— su familia la destruye, pero su amante celestial la recupera de las cenizas para reencarnarla en la planta de maguey.
El relato que recopila el estadounidense Lyle Campbell narra que la abuela de Yet —Tan-Tepu(t)s, (“Diente/Clítoris-Espalda/Atrás” o “La del Trasero Dentado”; alternativamente, “Diente/Clítoris-Hierro”, acaso un albur intraducible en el juego sonido-sentido)— es también una Sisimit o Tzitzimitl, como lo es también su amante, llamado simplemente Sisimit. En la década de los treinta, esta terminología demoníaca la anticipa el trabajo del alemán Leonhard Schultze-Jena quien revela el sentido clásico genital que duplica la palabra -tan, “diente, clítoris”: ka ne ki-tajkal-lia ni tan ne siwa-pil-tsin, “quién (es el que) le introduce/tala el diente a la muchacha”. Varios sitios geográficos como la barranca del Sisimico llevan aún la marca de la presencia ancestral de estas figuras míticas fantasmagóricas. Su semblante parece corresponder al mito de Siete Guacamayo en el Popol Vuh de los quiché, quien “pretendía ser el Sol” y cuya “muerte fue un paso indispensable para el advenimiento del Sol y de la Luna”. “La interpretación de las fauces ventrales” —especie de “serpiente emplumada”— denota “una vagina dentada” (Chichilla Mazariegos, 2010: 122; para su extensión mítica en el continente americano, véase: Lévi-Strauss, 1971 y 1985).
Ambos relatos —el de Hartman y el de Campbell— se vinculan nocionalmente al invertir el proceso de la procreación (I) en el acto de la recreación (II), según lo establece el cuadro a continuación.
Procreación (I) y recreación (II) en los mitos náhuat-pipiles I II
Sexo dominante masculino femenino
Sexo penetrado femenino masculino
Lugar of inserción vaginal oral
Medio de inserción disparar, tirar mamar, beber, comer
Fluido introducido semen psicotrópico (tabaco, pulque…)
Lugar del deseo carne mente
Tipo of estimulación sexual mental
Actor universal individual (Xuchi-Sihuat, Mayahuel, Siete Guacamayo…)
La recreación consiste en el acto de experimentar o de ponderar la procreación desde una perspectiva distinta, sea física, mental o espiritual. Al ingerir una droga o planta psicotrópica que afecta la actividad mental, la mujer penetra al hombre alterando la percepción mental de lo creado. Según un paralelismo clásico, el acto mismo de “comer fruta” es una metáfora para el acto sexual en Mesoamérica” (Chichilla Mazariegos, 132).
Temporalmente, la mujer usurpa el deseo de procreación, de fecundación, el cual se vuelve una prerrogativa femenina. La aspiración de la mujer consiste en hacer del varón un adicto para apropiárselo. Luego lo reclama como algo suyo, sin someterse ella misma a los constantes rigores del embarazo y del parto.
El Sisimit o Tzitzimitl es el enemigo de la creación, quien se encarna en las estrellas demoníacas al evitar la salida del sol. En su versión clásica —la del Códice Magliabechiano— el Tzitzimitl exhibe una iconografía asombrosa. Se trata de una mujer fálica o de una Deidad femenina dotada de un falo (fascinus) en forma de serpiente, capaz de ejercer un papel activo o masculino, de penetración, durante la cópula (véase ilustración). Otra lectura alternativa asocia la “serpiente cascabel entre las piernas” a la vagina dentada que caracteriza a múltiples divinidades como Chimalman, Cihuacóatl Quilaztli, Siete Guamamayo y múltiples ogresas míticas mesoamericanas (Chichilla Mazariegos, 135).
Acaso al igual que en la guerra y en el sacrificio, durante el acto sexual, el penetrado jugaría el papel del vencido. El amor y la guerra se unifican bajo un mismo régimen de erotomaquia o lucha gladiatoria de los sexos que enfrenta al clítoris o diente, ten —a la vagina dentada, en su defecto, tenpilli o “diente del señor” en lengua clásica— contra el escorpioncillo, kulutsin, o falo/fascinus. Si la actividad beligerante prodiga al grupo social de recursos naturales, la amorosa lo colma de un capital humano renovado. La producción de bienes y la reproducción de la especie conjugan la guerra y el erotismo en una misma esfera de acción.
Tzitzimime, deidad femenina con falo/serpiente, o bien con vagina dentada y fauces de saurio (Códice Magliabechiano).
El desmembramiento de Mayahuel —acaso el relato de la Mujer en Fragmentos en Schultze-Jena— semeja el asesinato de la Diosa Madre mexica, Coatlicue, y el ataque contra su hijo recién nacido, Huitzilopochtli, tal vez el Cipitío pipil, esto es el menor de los Tepehuas. Este acto de violencia lo efectúan sus hermanos mayores los Centzon Huitznahua, acaso los Tepehuas a quienes Schultze-Jena denomina los Muchachos de la Lluvia y los Señores de la Flora, acallando la etimología de su nombre propio. Ellos se convierten en las cuatrocientas estrellas del sur y su hermana, Coyolxauhqui, se vuelve la Luna. La virgen lunar se corresponde, por supuesto con la misma virgen Coyolxauhqui.
Al conservar su virginidad, Xuchi-Sihuat evita que se reitere el destino de Mayahuel, ya que sólo se ofrece a los hombres luego de su muerte. Una especie de promiscuidad divina caracteriza la procreación y la recreación del mundo, al igual que una inversión del papel sexual dominante del hombre o de la mujer, según lo estipule su función de penetrar a su contraparte de género o bien de ser penetrado (véase el cuadro anterior).
La virgen que sobrevuela en los cielos, la Luna, envía a un mensajero portando un bambú lleno de leche de su propio seno. El frasco vegetal se lo dirige a una niñita sin madre que se encuentra incubada en una calabaza. El mensajero le entrega el carrizo de bambú a un lagarto quien apresurado se bebe la leche. Al enterarse del incidente, el conejo se acerca al lagarto para preguntarle qué ha hecho con la leche que le enviara la Luna a la niña sin madre.
“Aquí está”, le responde el lagarto, abriendo la boca y alargando la lengua. Con un rápido tajo, el conejo le corta la lengua dejándole sólo un canuto muy corto. Entonces el lagarto se hunde en un estanque profundo para esconder su vergüenza. En las pozas de los ríos vive encubriendo su mentira (Hartmann). Si la penetración oral duplica la vaginal, la mutilación de la lengua equivaldría a una castración. El lagarto no sólo esconde su falta de articulación. Oculta la emasculación de su virilidad.
La niña incubada en la calabaza se llama Xuchit Sihuat, “La Flor-Mujer”. Al pasar el tiempo se vuelve una de las mujeres más hermosas de la comarca. Su pelo negro es larguísimo y de su cuerpo emana un perfume tan fresco como si recién saliera aromada de un baño tibio. “Ningún hombre habrá de tocarme”, se repite sin cese, “sino que al morir todo el mundo podrá deleitarse de la fuerza tan gloriosa que me embarga”.
Muere joven, virgen tal cual siempre lo deseara. De su tumba crece una planta llamada yet, la cual exhala un aroma muy fino y delicado. Esta planta posee las cualidades divinas de transportar a los humanos a otros mundos paralelos y divinos. Se trata de un atributo mágico-biológico que ninguna otra planta del planeta conserva (Hartmann). Desde entonces, a quien la ingiere por la vía oral, Xuchit Sihuat lo penetra en un acto mental de un goce paroxístico tan orgiástico como la cópula misma.
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La enseñanza del mito para los estudios de género aún permanece inexplorada. Parecería que a la oposición moderna —que data del siglo XIX— entre la homosexualidad y la heterosexualidad, la mitología opondría una dualidad distinta, vigente en el pensamiento indígena salvadoreño, al menos hasta los años treinta. Lo activo o lo penetrante, el penetrador, se contrapone a lo pasivo o lo perforado, lo penetrado, es decir, el alacrancito o fascinus se encara a los orificios, de manera semejante a la oposición sexual griega y romana clásica (Quignard, 1994).
Esta dualidad de género original se halla ahora reprimida, de igual manera que se coarta el recuerdo de las leyendas indígenas salvadoreñas. Xuchit Sihuat daría cuenta de una inversión de género recreadora. En su reencarnación vegetal en Yet, ella penetra oral y mentalmente a los hombres que un día soñarán en poseerla de manera vaginal y corporal , tal cual ella los posee de manera bucal por la ingestión.
En el siglo XXI, el olvido de la mitología indígena y sus corolarios para la teoría de géneros —la supresión y la represión de lo nuestro— articulan la memoria histórica salvadoreña. El avance de los estudios culturales y de género presupone la tachadura de toda fuente histórica que documente la literatura indígena nacional. Bajo la paradoja del borrón, entre más se ignora más se conoce; entre más se olvida, más se recuerda.
Bibliografía
Campbell, Lyle. The Pipil Language of El Salvador. The Hague: Mouton, 1985.
Chinchilla Mazariegos, Oswaldo. “La vagina dentada: una interpretación”. Estudios de Cultura Maya, XXXVI, 2010: 117-144.
Hartman, Carl V. Etnografiska undersökningar öfver aztekerna i Salvador. Ymer, 21, 1901:277- 324.
—. Mythology of the Aztecs of Salvador. Journal of American Folk-Lore, 20, 1907:143-147.
—. Reconocimiento etnográfico de los aztecas de El Salvador. Mesoámerica, 41, 2001:146-191. [Translation by Claudia García of the 1901 Swedish article].
Lévi-Strauss, Claude. L’homme nu. Paris: Plon, 1971.
—. La potière jalouse. Paris: Plon, 1985.
Quignard, Pascal. Le sexe et l’effroi. Paris: Gallimard, 1994.
Schultze-Jena, Leonhard. Mitos en la lengua materna de los pipiles de Izalco en El Salvador. San Salvador: Editorial de la Universidad Don Bosco, 2010. Traducción, interpretación y notas de Rafael Lara-Martínez. Segunda edición: 2014.
—. Mitos en la lengua materna de los pipiles de Izalco en El Salvador. Gramática. San Salvador: Editorial de la Universidad Don Bosco, 2014. Traducción, interpretación y notas de Rafael Lara-Martínez.