Ramón D. Rivas*
El día de ayer en un nutrido acto conmemorativo llevado a cabo en la Embajada de Francia se realizó un importante conversatorio con personalidades protagonista de ese histórico acontecimiento quienes relataron sus testimonios, salve ellos fueron: La Presidenta de la Asamblea Legislativa, online Licda. Lorena Peña, Jean Lacombe, miembro honorario de la Asamblea Nacional de Francia, Ruben Aguilar, Consultor Internacional, Doña Susana Iruegas, viuda del Embajador Gustavo Iruegas y Salvador Samayoa, firmante de los Acuerdos de Paz. Considero que ese noble acto es un reconocimiento a una acción diplomática sin parangón en nuestra historia, y a la solidaridad de dos gobiernos que, sin importar el costo político, se pronunciaron a favor de nuestro pueblo.Este día, 28 de agosto de 1981, sucedió un hecho sin precedentes en la historia socio-política de nuestro país y considero que es motivo de recordar y a la vez reflexionar sobre el camino que siguió nuestro país para lograr alcanzar la tan anhelada paz social y política. Sin duda alguna, la participación de países amigos, como Francia y México fue fundamental para que nuestra nación lograra terminar con un conflicto armado que duró un poco más de 10 años consecutivos. Es importante recordar que estas dos naciones hermanas manifestaron su preocupación por los sufrimientos del pueblo salvadoreño. Francia y México hacían con la declaración un llamado a la comunidad internacional para que dentro del marco de la organización de las Naciones Unidas se asegurara la protección de la población civil del país y se facilitara el acercamiento entre las fuerzas políticas salvadoreñas en pugna. La decisión de reconocer al Fmln como fuerza representativa resultó un hecho diplomático de mucha trascendencia.
Fue un acto sorprendente, solidario y altamente creativo: abrió nuevas rutas en las modalidades de la mediación interna e internacional y en los protocolos de los procesos de negociación actuales que persiguen lograr la paz en diferentes países.
Esto es trascendental porque como dice la mexicana Alejandra García Brahim: “el reconocimiento de la beligerancia de la insurgencia salvadoreña fue una decisión compleja y polémica y seguirá siendo controvertida. No obstante, debe destacarse que en su momento, fue necesaria para propiciar una paz viable evitando, así, mayor vulnerabilidad de una fuerza social dispuesta a cambiar las estructuras del país”.
De ahí que el 28 de agosto de 1981 es una fecha histórica para el país y para los gobiernos de Francia y México, ya que, en clara solidaridad con el pueblo salvadoreño, entonces inmerso en un conflicto armado que alcanzaría dimensiones en ese momento insospechadas, emitieron un documento que planteaba la necesidad de un diálogo que pusiera fin a la principiante confrontación armada. Cito textualmente el documento:
“Tomando en cuenta la extrema gravedad de la situación existente en El Salvador y la necesidad que tiene ese país de cambios fundamentales en los campos social, económico y político. Reconocen que la alianza del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y del Frente Democrático Revolucionario constituye una fuerza política representativa, dispuesta a asumir las obligaciones y los derechos que de ellas se derivan”.
Hablamos de lo que fue uno de los hechos más importantes en el ámbito diplomático de la época, pues la declaración fue el primer reconocimiento internacional del FDR-FMLN como “fuerza representativa”, con derecho a participar en una solución política de la crisis. Cito de nuevo:
“En consecuencia es legítimo que la alianza participe en la instauración de los mecanismos de acercamiento y negociación necesarios para una solución política de la crisis”.
La declaración constituyó además un reconocimiento del protagonismo del pueblo en la lucha y llaman la atención hacia la necesidad de cambios políticos, sociales y económicos profundos en un ambiente antecedido de dictaduras, fraudes electorales, tremenda desigualdad e injusticia. Ellos escribieron:
“Corresponde al pueblo salvadoreño iniciar un proceso de solución política global en el que será establecido un nuevo orden interno, serán reestructuradas las fuerzas armadas y serán creadas las condiciones necesarias para el respeto de la voluntad popular, expresada mediante elecciones auténticamente libres y otros mecanismos propios de un sistema democrático”.
Y finalmente, la declaración, contrario a lo que se señaló en un principio en el país, de que se trataba de una intromisión internacional en un tema nacional, en realidad se constituyó en una acción aceptada por fuerzas sociales y políticas internacionales que también se pronunciaban a favor de una solución negociada y en apego al derecho internacional. El llamado era en defensa de la población civil. El texto cerraba:
“Hacen un llamado a la Comunidad Internacional para que, particularmente dentro del marco de las Naciones Unidas, se asegure la protección de la población civil, de acuerdo con las normas internacionales aplicables, y se facilite el acercamiento entre los representantes de las fuerzas políticas salvadoreñas en lucha, a fin de que se restablezca la concordia en el país y se evite toda la injerencia en los asuntos internos de El Salvador”.
Más de una década después, esa solución negociada fue firmada en Chapultepec entre ambas partes del conflicto y con un coro internacional de fondo, entre ellos mexicanos y franceses, que acompañaban expectantes el fin de aquellos tiempos de locura y el inicio de una esperanza.
Como Secretaría de Cultura de la Presidencia y en el marco del Plan Quinquenal de Desarrollo del Gobierno del presidente Salvador Sánchez Cerén, estamos comprometidos en rescatar esos momentos históricos, en tanto en ella encontramos referentes de nuestro presente y que nos ayude a que la historia quede fijada en documentos para consulta de las futuras generaciones.
*Secretario de Cultura de la Presidencia