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¿Y cómo está tú tío Raúl?

Ricardo Olmos
Economista
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El amanecer fue lento de ese 12 de noviembre de 1989. Los once concentrados en la vivienda se despertaron con ese olor a pólvora. Luego de un tazón de café decidieron conocer el ambiente externo que prevalecía en los alrededores de la única calle que se dirige a la Colonia Los Alpes. Los buses de la 43 no pasaban con la frecuencia acostumbrada, click la gente caminaba como si fuese un día domingo o cuando en los meses de enero hay carnavales en la zona, order como resultado de las fiestas patronales. La vida en la comunidad se veía normal y más prevalecía en la gente un interés por conocer a los guerrilleros, order los que habían amanecido ya parapetrados y tomando los principales puntos estratégicos de la zona. Fue prácticamente la sensación y sorpresa para los residentes del lugar. Inmediatamente, el grupo de los once tomó la decisión de hacerse presente ante la conducción del FMLN y quien recibió al grupo fue el comandante Logan.

Cerca de la casa de dos plantas denominada la Magda, se tenía una especie de “ramadita”  y unas bancas y mesas. Eso sirvió para que fuese el escenario de la primera charla de análisis de la coyuntura y los objetivos estratégicos que se preveían alcanzar con la derrota de la estrategia del ejército en sus principales áreas urbanas de influencia.

Con su voz parsimoniosa fue saludando a cada uno de los presentes que ya sumaban en la primera jornada de la mañana, 25 incorporados. Cuando Iván lo saludó, Logan le dijo ¡Hay me saludás a tú tío Raúl! Y es que en Chalchuapa Don Raúl era una de las personas más conocidas, no solamente por su aspecto físico, pues medía casi 2 metros de altura, sino que por su afabilidad con las personas y su apoyo en labores comunitarias realizadas con los viejitos en el asilo San Vicente de Paul, lugar en donde por años sirvió como voluntario apoyando a los abuelitos de ese centro comunitario. Otro de los lugares en donde demostró su solidaridad a la comunidad y a los vecinos fue su participación por muchos años apoyando a la Cruz Roja de ese municipio. Era además un hombre de carisma natural, un eterno platicador, y poseía inventiva pues no había nadie de su entorno que no le hubiese puesto su respectivo apodo. Ya no se diga los comentarios irónicos a los presidentes del país, que a los amigos les parecía divertido. Cada presidente tuvo su apodo así como los amigos cercanos y lejanos a Don Raúl. Iván profundizó en la imagen y recuerdos de su tío debiendo sin duda alguna acordarse cuando en 1972 luego de preparar en la Casa del Maestro las condiciones para el desfile “bufo” por estudiantes y maestros de ese municipio, la Guardia Nacional retuvo y encerró a todos los participantes que eran alrededor de 75, entre profesores y estudiantes, desde tempranas horas de la tarde hasta casi la medianoche de ese mismo día. El reclamo de los familiares y la solidaridad de la gente no se hizo esperar, y cada boca calle de ese lugar fue teatro de la protesta y reclamo para que dejaran salir el desfile y que los elementos de ese cuerpo de seguridad se retiraran. Las primeras ráfagas hacia el aire y otras hacia el suelo hacían que por ratos la gente se retirara del lugar, pero a los minutos la presión popular era evidente cercando a los agentes que custodiaban esa Casa del Maestro.

Las horas pasaron y los gendarmes al verse casi acorralados con la presencia de la gente y de los gritos y reclamos de familiares, que continuaban con esa presión habiendo cenado en las calles tomado el  “atol shuco” para aguantar lo que fuese necesario.

Al final, a eso de las once y media de la noche, llegó el Padre Caballero, de la Parroquia Santiago Apostol, sacerdote muy querido por la feligresía del municipio, y como siempre Don Raúl apoyando a la Cruz Roja para propiciar la salida del recinto de quienes estaban encerrados. Esa noche, se logró que los manifestantes no fueran detenidos y llevados como presos políticos pues la gente no lo permitió. Luego, de esas largas horas, se lograron liberar a todos y muchos de ellos en los años posteriores se integraron a tareas revolucionarias. La tranquilidad de Don Raúl fue más que evidente cuando vio a su hija Gloria Elizabeth que estaba bien y un poco nerviosa como el resto de los encerrados.

El propósito de los agentes fue no permitir y obstaculizar el apoyo y la solidaridad que ofrecían los estudiantes de secundaria y universitarios a los estudiantes de Santa Ana, que hacía unos días, habían sido detenidos, capturados, golpeados y perseguidos por las “Fuerzas de Seguridad”. Así, en esa Casa del Maestro, Don Raúl, de grato recuerdo y memoria, debió participar con el Padre Caballero para intermediar por la liberación de los que estaban cercados por los cuerpos de la Guardia Nacional. La muchedumbre mostró y demostró capacidad de residencia ante los cuerpos represivos y logró un triunfo político al obtener la libertad de todos los que habían sido detenidos en ese lugar.

En un espacio de segundos, Iván se quedó sin palabras, y solamente con un gesto de agradecimiento le respondió a las palabras del Comandante Logan. Posterior a la charla, que duró parte de la mañana, siguieron los abrazos y los buenos deseos de derrotar al ejército en esta ofensiva final “hasta el tope”.

Las labores de fortificar el terreno, generar confianza a los delgadenses entre otras actividades, fue vital así como el espacio para la organización, y el llamado a la participación popular con la incorporación a la guerra revolucionaria del FMLN. La gente al principio se sintió apoyada, pues las incursiones del ejército fueron casi nulas, y porque en los días sucesivos pudieron salir y realizar las compras más importantes por las familias residentes de la zona, con la gravedad que ello derivaba, pues el enemigo conocía con más detalles los movimientos y posiciones guerrilleras en el terreno.

Por las noches, lo sorprendente fue el entusiasmo de los jóvenes que vestidos de negro salieron a apoyar las labores de fortificación del terreno cuando los combates se detenían, y de esa manera se fueron fortificando puntos específicos del terreno, por los avances de la guerrilla debiendo cada vez más llevar hasta esos puntos de avanzada poniendo sacos con arena, luego de haber levantado barricadas en las principales arterias.

Otros se incorporaron decididamente a la defensa del terreno debiendo combatir desde el cementerio que se encuentra en la esquina de la calle que va en dirección a la colonia Los Alpes con la calle que va hacia la Universidad Don Bosco habiendo demostrado su deseo de combatir y resistir en ese terreno a lo largo de más de once días. El bombardeo cruel e indiscriminado de la fuerza aérea y de la artillería afectó mayormente a la población civil, decisión adoptada por parte del mando militar del ejército genocida que pretendieron y lograron que la población civil abandonara sus viviendas. Ese bombardeo, se desplegó por largos días desde la Avenida Juan Bertis, a solamente escasos 700 metros en esta zona del municipio que es donde se mantenía atrincherado el ejército guerrillero; y que no obstante, existían otros puntos de combates, como el final de la ruta cuatro el final del punto de la ruta 43 estos eran los puntos de avanzada. La población delgadense muy motivada acompañó con múltiples acciones de valentía, sin embargo ya para la segunda semana, prácticamente el ejército guerrillero fue quedando solo, pues la población fue abandonando sus viviendas ante la andanada de cohetes de grueso calibre arrojados por la Fuerza Aérea y la artillería del ejército gubernamental. La guerra empezaba. Días después nuevas columnas de la guerrilla se apostaban en las colonias lujosas de la capital. Después de muchos años los que financiaban la guerra empezaron a sentir los cruentos combates en patios, calles y avenidas que en días pasados habían visto con indiferencia lo sucedido en las colonias populosas de San Salvador. El mando militar no bombardeó. Esta vez solo quedó la salida de acordar la negociación en firme de la guerra.

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