Por: Rolando Alvarenga
Amargo sabor de boca dejó la reciente entrega del Pabellón Nacional al inflado contingente salvadoreño que viaja a los Juegos Panamericanos de Toronto, case Canadá, purchase que se inaugurarán el viernes.
Es que, search de nuevo y en nombre de la medalla de plata que ganó en los Juegos Mundiales de la Juventud en China, “el comité del éxodo” se lo entregó a Marcelo Acosta quien, también, fue el encargado de portarlo en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz, México, en noviembre del año pasado.
Un fallo que vino a reiterar el tradicional favoritismo y preferencia, a todas luces, de este “comité” de señales conocidas. Sobre todo porque el otro atleta, que por sus cinco títulos panamericanos y un bronce mundialista, Jorge Merino de karate, se lo tenía más que merecido.
Además, el karateca empató a 180 votos con el tritón, pero el “jerarca olímpico” estuvo rápido a inclinar su fallo por el nadador, asestando golpe bajo al juego limpio que tanto pregona el olimpismo.
No es la primera vez que ocurre esta clase de despojo y falta de justicia deportiva. En 2008, el judoca Franklin Cisneros y la luchadora Ingrid Cuéllar, ambos de raíces humilde, tenían los méritos suficientes para portar la máxima enseña patria en los Juegos Olímpicos de Pekín, pero…¡nada! El estandarte patrio fue portado por Camila Vargas de remo.
Lo mismo pasó para los Juegos Olímpicos de Londres 2012, cuando, sin recursos para cumplir sus compromisos básicos familiares, el judoca de estatuto olímpico Carlos Alarcón tuvo que estar vendiendo pan francés -lo cual no es ninguna vergüenza- mientras se preparaba para Londres.
Hasta que, un día, se le partió el alma al líder del “comité” y le estipuló una mensualidad para que no se expusiera en las madrugadas. Pero, a la hora de la entrega del pabellón: ¡nada! A pesar de ser un ejemplo de humildad.
La única vez, y de carambola, que el Pabellón cayó en manos de un atleta pobre fue para los Juegos Centroamericanos 2013, cuando se le había designado a la nadadora Pamela Benítez, pero, como no pudo venir a tiempo de los Estados Unidos a El Salvador y voló directamente a San José, se lo dieron de emergencia a Cristina López.
Y en esta más reciente oportunidad, (entre Merino y Acosta), también se lo merecía el humilde levantador de pesas Julio Salamanca, que, a pesar de sus resultados, siempre se encuentra en difícil situación económica y que en Veracruz compitió con unos tenis que daban vergüenza y lástima, pero ¡tampoco!
Tratando de ser un poco más inteligente, el cuestionado “comité injusto” hubiera aprovechado la oportunidad y, salomónicamente, hubiera roto el empate, dándole la bandera al pobre “Julito”.
En resumen, y porque este pabellón no debe darse por amistad, afinidad o preferencias, lo ideal sería que fueran los mismos atletas los que voten por quien, a su criterio, sea merecedor de tan alto honor patriótico. ¿No le parece?