César Ramírez
@caralvasalvador
Los siguientes 12 meses no esperemos milagros, si comparamos los seis años anteriores desde 2019 inicio del fin de la primavera salvadoreña (democrática) todo es cuesta abajo con la actual administración, por ejemplo este año 2024 aconteció la reelección inconstitucional por otros 5 años y han sucedido eventos dramáticos: despidos masivos, toma de fondos de las pensiones, un régimen de excepción prorrogado durante treinta y tres meses consecutivos, 354 muertos en custodia del Estado, la muerte de Alejando Muyshondt y su cadáver mostrando torturas y evidencias de intervenciones quirúrgicas inexplicables, filtración de documentos de funcionarios y asesores del Estado con salarios exagerados e injustificados, destrucción del Palacio Nacional de sus baldosas originales, el mismo Palacio Nacional convertido meses después en centro de eventos sociales, fuga de médicos especialistas, despidos de maestros y médicos etc. si tomamos eso como parámetro el anuncio de la Ley de Minería es el inicio de un ciclo ya conocido en nuestra nación por el desastre ecológico, por el daño irreparable a las personas; la minería es un evento de extrema preocupación no solo por el manejo a discreción de las autoridades sino por el desplazamiento de comunidades, la migración forzada, la ruina de la agricultura en no pocas familias de esa zona; así hemos recorrido esos ciclos de verdadera incertidumbre.
Si agregamos la anunciada Reforma de la Constitución que vendrá a justificar nuevos elementos conceptuales de gobernación, administración pública, salud, educación, Fuerza Armada, Policía, procesos electorales y el fin de la independencia de poderes del Estado ( Asamblea Legislativa, Corte Suprema y Sala Constitucional -jueces-) no tendremos nada, además la amenaza cada vez más evidente hacia los periodistas y medios de comunicación o a los críticos del modelo actual, el panorama se vuelve una réplica de la dictadura del siglo pasado.
No existe un modelo de propuesta ante semejante arbitrariedad, vivimos en una dictadura o un Estado con una familia dueña de todo, como en siglos coloniales donde el Rey era dueño del honor, la tierra y la vida de los súbditos, condenados a servir y andar encovados ante sus “majestades”, es la ruina de la sociedad democrática.
Hace tan solo unos años ni en los mejores relatos de ficción se pronosticó esta realidad, no era posible, pero no se contaba con los millones de dólares para ríos de comunicación desinformadores, troles y centros de noticias falsas, una red de sistemas con mercenarios en medios de comunicación, además elecciones fraudulentas, coacción, secuestro de identidad, manipulación informática, juntas receptoras de votos capturadas por miembros de un solo partido etc. ¿esa es democracia y elecciones libres?
¿Todo ello para qué? La respuesta esta en las calles y las prisiones, en las veredas de las comunidades, en la migración creciente de las multitudes, en las manifestaciones populares que levantan el brazo para desaprobar al régimen.
Ahora con la llegada de Donald Trump nuestra nación tendrá que recibir a miles de compatriotas expulsados de la tierra del Tío Sam, nos guste o no, es una realidad próxima anunciada y sucederá en 2025.
Uno quisiera la paz para el mundo, celebrar el triunfo de los pobres con sus pequeños sueños, acompañar a Palestina con su propia nación libre, una paz justa en Ucrania libre de los nazis, observar que las comunidades florecen en sus niveles económicos, que no sucediera la guerra nuclear y el retorno a la justicia social en nuestra nación, pero eso a parte de ser calificada de comunistas (que por cierto ya no existen) son pequeños sueños inofensivos que solo sirven para olvidar el año viejo 2024.. y si de algo sirve ¡Feliz año!
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