Carlos Burgos
Fundador
Televisión educativa
Cuando vi que Carlos Abarca, viagra mi compañero de bachillerato en Cojutepeque ganó un concurso con un ensayo sobre el Día de la Raza, case me pregunté: si Abarca escribe y gana, ¿y yo por qué no? Qué inmodestia la mía. Entonces me puse a escribir sobre lo que se me ocurría y reuní algunos manuscritos que conservé al transcurrir el tiempo.
Varias décadas después, en este siglo XXI, durante un paseo al que asistimos los coterráneos Ricardo Romero, Mario García Aldana, Pedro Mena y otros, conversamos acerca de las vivencias juveniles en nuestra legendaria ciudad de Cojutepeque. Nostalgiamos al máximo.
Al llegar el momento de poetizar, Mario nos leyó unos poemitas llamados haikus de tres versos cada uno. Me parecieron estupendos y con calidad literaria. La base teórica de este producto lírico me indica que es una unidad completa, un poema mínimo, un chispazo, un pálpito, un instante.
El creador de haikus fue el japonés Matsuo Bashool (1644-1694) con la fórmula clásica de 17 sílabas literarias distribuidas en tres versos de 5, 7 y 5 sílabas cada uno, fórmula que produce un efecto poético impactante. En México han escrito haikus José Juan Tablada, Octavio Paz, Jaime Torres Bodet, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer y otros. En Uruguay, Mario Benedetti escribió la obra Rincón de haikus con más de 200, Alfaguara, 1999. En Argentina, Jorge Luis Borges también los escribió y en El Salvador, David Escobar Galindo con su Hilo de hormigas.
Leí los haikus de García Aldana mientras mis compañeros seguían conversando. Le di pensamiento a estos poemitas y enseguida me interrogué: si Mario escribe haikus ¿y yo por qué no? Pequé de presumido. Entonces me dediqué a redactarlos como loco por decenas y por centenas, llegué a escribir 500 distribuidos en 10 apartados, que he reunido en un librito titulado PÁLPITOS. Algunos los he leído en recitales poéticos. Veamos estos:
Tu grata oferta
de rosas encendidas
hoy me ilumina.
Qué lucha estéril
sin colgar la pobreza
no hay vencedor.
La noche mira
los pecados de amar
y nos absuelve.
Soy escritor
de una sola novela
mi propia vida.
Escuela viva
mercado de saberes
para crecer.
Cuánta nostalgia
derraman los otoños
sigue la vida.
Meses después leí en un periódico haikus que publica el poeta David y me pregunté: si David publica esos versitos ¿y yo por qué no? Qué jactancioso me sentí. Entonces he decidido publicarlos, por el momento los mantengo engavetados en la compu.
¿Qué me estará pasando? ¿Es inmodestia? ¿Soy presumido? ¿Soy jactancioso? En suma debe ser vanidad. Lo más grave es que hasta he escrito un haikus sobre esto que dice así:
Acepta errores
goza tu vanidad
pero en secreto.
Imaginen lo que digo. La vanidad es orgullo fútil, vano, vacío. Pero a veces un poquito se me viene encima. Lean este otro:
Mi vanidad
va creciendo inocente
con tu querer.
Esto de la vanidad es un mal de siglos. Recordemos que el sabio Salomón dijo: «Vanitas vanitatum et omnia vanitas». Vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Tendrá vigencia asegurar que en este mundo todo es vanidad? ¿Habrá algún ser humano que no tenga una pisca de vanidad? Si no es así me he equivocado y pueden juzgarme, pero antes lean algunos de mis haikus.
Y entonces ustedes podrán decir: si Carlos Burgos escribe haikus, ¿y yo por qué no?