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Ya va a ser Día de Muertos

Gabriel Otero

PATZCUARO

¿Y si pudieses escoger en dónde morir? Me refiero al lugar geográfico, al sitio en el que se apacigua el espíritu y el río de la vida fluye sin sobresaltos ni lamentaciones, las sorpresas surgen casi planificadas y sonreír cada mañana es el mandato en el rostro, hasta que llega el fin o el comienzo de lo que nadie conoce y tampoco se extravía la risa.

Yo de seguro elegiría Pátzcuaro, la llamada puerta del cielo, con sus calles empedradas, tardes lluviosas y olor a petricor y con esa certeza de que los muertos caminan por delante y al lado, ahí es un sitio donde supe mi destino, ahí decidí que tarde o temprano regresaría y mejor vivo que muerto.

Mi hijo me toma por un loco, según él soy de naturaleza urbana, tiene un poco de razón, pero en el fondo soy un pueblerino, me encantan los amaneceres y la vida tranquila, sentarme en la plaza a ver la gente pasar y beber un cóctel crepuscular para esperar a la noche a escuchar sus letanías.

Mi esposa se ríe nerviosa cuando le digo que mi última voluntad será que nos entierren juntos y durmamos en campos eternos de cempasúchil, hemos llevado una buena vida, sin privarnos el uno del otro y hace falta la perpetuidad para seguirnos conociendo cuando seamos polvo de gusanos.

Yo le rindo culto a mis muertos, los recuerdo con amor y respeto, a mi madre Lucy, a mi padre Julián, a mi abuela Ángela, a mis hermanas Diana y Julieta y a mis cuñados Guillermo y Héctor, a mis amigos Rolando, Claudio, Javier, Víctor Hugo y Armando, al nene Cooper y los que faltan, mi memoria es un camposanto de agradecimiento por habérmelos encontrado en el camino y no hay día en que no se me atraviese un pensamiento de cualquiera de ellos.

En Pátzcuaro uno palpa la muerte en lo cotidiano, qué te digo, en esta edad de las verdades como que vas buscando el buen morir además del buen vivir, además quieres encontrarte a los tuyos, a los que te arroparon y cuidaron en algún momento.

En mi primera crónica apareció un personaje llamado don Jacinto que era vigilante del panteón español y que en su soledad nocturna exclamaba “ya va a ser día de muertos”, sí, pronto lo será, para homenajear a los que se fueron antes, para erigirles un altar en el sitial de honor de la casa.

Y te imaginas que algún día te irás a Pátzcuaro para alcanzarlos.

 

PREVISIONES FÚNEBRES

Se empeña un ojo de la cara para nacer y el otro ojo se pierde para morir. Los costos son onerosos en los dos casos, aunque en el primero los gastos son asumidos por nuestros padres y en el último somos nosotros los que decidimos ser abono para la eternidad, es igual que el cuerpo se pudra o lo purifiquen las llamas.

Porque la muerte empieza a ser cotidiana y como escribiera Mario Benedetti ya le dimos alcance a la verdad y el océano es por fin el océano y la vida se encausa a su fin último, puesto que para morir nacemos.

Por eso hay que ir buscando la parcela o el nicho para acomodar los huesos y contemplar el cielo desde el suelo, porque hay que morirse con los ojos bien abiertos y los sentidos despiertos, para percibir el aliento de la tierra absorbiendo nuestra piel y a los gusanos recorriéndonos de la cabeza a los pies.

La macabro es imaginar que nuestra vida no ha tenido ningún sentido y que la verdadera muerte es el olvido, allá tú, si crees que todo termina aquí, allá tú, si consideras que todo comienza después, que nos quede el consuelo de vivir en la mente y en el corazón de la gente que nos quiso.

Y si de casualidad al escritor de estas líneas se le ocurriera regresar hecho un cadáver fresco o cenizas a El Salvador, por aquel romanticismo de que como el terruño no hay otro, ese capricho chovinista de considerar que solo en la tierra de preseas el cielo es azul, habrá que abandonar los altruismos, y que su familia venda su médula espinal y su riñón para costear el viaje, en el entendido que no estén destrozados por la vejez o la enfermedad.

Para un escritor es mejor que sus lectores decidan construirle un cenotafio con sus metáforas o enterrarlo en el olvido con todo y sus lugares comunes.

Debemos tomar las previsiones fúnebres antes que el destino nos lleve de calle a la calle.

NUESTRA OFRENDA

En nuestra ofrenda todo es fiesta porque así querían que se les recordara, es elaborada en honor de nuestros seres queridos con fotografías extraídas del álbum familiar para simbolizar el amor y el respeto profesados a diario.

El tequila, el pan de muerto, el copal, la flor de cempasúchil, el papel picado, las catrinas, las velas, la fruta y las calaveras de azúcar y unos versos son parte del decorado y del significado de este festín que es pantagruélico porque todos nuestros muertos padecían de sed y tenían el diente afilado.

Lástima que solo podamos verlos en sueños, cuando a veces nos visitan y los percibimos jóvenes y sonrientes, quitados de la pena, como si supieran que en el territorio de lo onírico la dicha y las uniones son posibles.

Rogamos encontrarlos algún día cuando todos seamos parte de todo y la vida solo sea un sueño cuando la muerte duerma para siempre.

Ojalá.

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Ilustración del autor: Jonathan Juárez

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