Gloria Silvia Orellana
@GloriaCoLatino
Los cerros que envuelven al caserío Yancolo, en el cantón Agua Blanca, municipio de Cacaopera, Morazán, -un lugar remoto- envuelven también la tragedia de la familia Pérez Pérez, ocurrida treinta años atrás.
Con voz entrecortada, Marta María Pérez Pérez explicó que en la tumba del cementerio municipal se encuentran enterrados tres primos y dos tíos, luego de recuperar sus restos del Cerro Ortiz, que fueron asesinados por un soldado del Batallón Atlacatl el 11 de diciembre de 1981, durante la “Operación Rescate”, que desplegó a alrededor de 1,500 soldados en el campo.
Crescencia Pérez Ortiz y Santos Máximo Ortiz eran tíos de María Marta, mientras Santos Benedicto Pérez (12 años), Santos Estalinada Pérez (7 años) y José Rómulo Pérez (4 años), sus primos.
Cerca de la exhumación, Santos Isabel Pérez Pérez, hermana de las víctimas solo acierta cerrar sus ojos y no se atreve a hablar sobre ese pasado, que tomó la vida de sus familiares.
“Fue en 1981, a las diez de la mañana, mis primos y tíos andaban huyendo cuando fueron masacrados en el Cerro Ortiz. Se escondieron en una cueva y un soldado les tiró una granada. Fue hasta 1994 que los fuimos a traer (restos óseos) y los trajimos acá, a Yancolo, desde que nos venimos a vivir aquí”, expresó María Marta.
Santos Mereciano recuerda que fueron miembros del Batallón Atlacatl quienes los atacaron; “realmente le digo, estamos aquí, porque nos fuimos de este lugar huyendo a Colomoncagua, Honduras, y regresamos después de la guerra”, recordó.
El informe de la Comisión de la Verdad, titulado “De la Locura a la Esperanza”, consignó que el 10 de diciembre de 1981 llegaron miembros del batallón contrainsurgente de Reacción Inmediata (BIRI) “Atlacatl”, bajo la autoridad del comandante Domingo Monterrosa Barrios, al caserío de El Mozote, municipio de Meanguera, Morazán, adonde retuvieron a la población civil desarmada y dividida en tres grupos: hombres, mujeres y niños del caserío.
El informe recalca que el 11 de diciembre inició una acción deliberada y sistemática de los soldados y militares del alto rango, que ejecutaron ejecuciones sumarias de hombres adultos mayores, mujeres (algunas embarazadas) así como, niños y niñas.
Wilfredo Medrano, abogado acusador en el caso contra los militares de latón rango y soldados señaló que esta diligencia judicial fue ordenada por el juez Guzmán Urquilla, del Juzgado Segundo de Primera Instancia, luego del testimonio del testigo Fidel Pérez Ramos, sobreviviente del Cerro Ortiz.
“Aquí se está verificando efectivamente el cuerpo del delito, además de aportar prueba forense y científica, que fortalecerá la prueba existente y la que surgirá de estos restos óseos, que son niños, mujeres y hombres, que están siendo exhumados, y para ello solicito la ayuda del juez de Paz, de Cacaopera”, explicó.
Por años, los ministros de defensa y el Ejecutivo han reiterado una posición de hermetismo con documentos de operativos militares, durante el contexto del conflicto armado, que vendría a identificar a los altos mandos militares y las órdenes de reprimir a la población civil.
“Con estos resultados, el juez podría ir dando un cierre a la etapa de instrucción, aunque esperamos que otros soldados del Batallón Atlacatl puedan declarar, como lo hicieron los dos testigos protegidos Juan y Sol, que incriminan a altos jefes militares, de dar órdenes de asesinar a personas desarmadas”, reiteró.
A este proceso histórico, impulsado históricamente por Tutela Legal del Arzobispado, actualmente le da seguimiento Tutela Legal “Dra. María Julia Hernández”, que junto al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) han realizado alrededor de seis exhumaciones colectivas, en la que destaca El Mozote y sitios aledaños.
Silvana Turner, antropóloga forense afirmó que esta documentación permite la investigación de estos casos, a través de ciencias de la arqueología forense que recoge restos óseos y las evidencias sociales para analizar los hallazgos.
“Con la ciencia biológica se puede dar cuentas de la evidencia recuperada y que será analizado en laboratorios, así como otros hallazgos que pueden ser evidencia balística u otros elementos. Habrá casos que presentarán más dificultades que otros, como denominamos a este entierro que es secundario, porque los restos de estas personas fueron trasladadas a este lugar, después de años de estar en otro sitio; por tanto los huesos se encontrarán mezclados y no dispuestos anatómicamente. Y, sí, esto suma una dificultad y en los restos de niños en especial por su fragilidad, pero trabajaremos con la ciencia de la arqueología forense, se va a hacer el máximo esfuerzo para identificarlos de la mejor manera posible”, puntualizó Turner.