César Ramírez
@caralvasalvador
Cuando me hablan de democracia no cambio la conversación. Mi generación conoce el tortuoso camino transitado entre el autoritarismo y el Acuerdo de Paz que inauguró una nueva legalidad, nada fácil en nuestra nación.
Mi inscripción no ha sido sencilla en tiempos de pandemia, con reuniones limitadas, el acceso al Tribunal Supremo Electoral con restricción de circulación, información a cuenta gotas por los empleados de ese tribunal, los libros, las diez mil firmas requeridas, no repetidas por otros candidatos independientes, de la circunscripción de San Salvador, tampoco se permite firmar en los consulados de Estados Unidos y el resto del mundo, no existe igualdad entre las opciones a plataformas institucionales -comunicación, transporte, lapso de exposición en medios estatales, confusión en locales comerciales ante solicitud de firmas, desconocimiento del concepto candidatura independiente etc.– dificultad de diferenciar entre afiliarse a un Partido y una firma de respaldo, ausencia de un sitio designado institucional para las firmas respaldantes, no existe opción electrónica para firmas digitales etc. Ya no sigo porque terminarán echándole la culpa a los magistrados de sabotear las candidaturas independientes, esa no es mi intención, confío en sus buenos oficios.
¿Es cuestión de facilitar la participación ciudadana o cerrar al movimiento social sus opciones no partidarias? Acá parece el mundo al revés, “nos piden participar en la democracia y parece que obstruyen a los precandidatos”. En mi caso los libros de inscripción fueron entregados el 20 de agosto y la aprobación de la firma de los magistrados fue el 23 de septiembre -según la ley debió tardarse solo 48 horas-, el plazo para la entrega es aproximadamente el 19 de noviembre. He recurrido a llamados en redes sociales para convocar a mis ciudadanos respaldantes, a encuentros de diversos tipos, a la cadena familiar, vecinos, algunos voluntarios casi desconocidos, pero con admiración recibo apoyo de ciudadanos espontáneos, me conmueve su actitud, entonces acontece el encuentro presencial de una firma en los libros, retorna el diálogo directo, existe contacto visual y hasta parece que el modelo democrático funciona entre ciudadanos, ya no es entre desconocidos.
Cuento con ciudadanos voluntarios y voluntarias que me otorgan su confianza al buscar firmas… me dicen: son diez mil firmas, es una montaña, el infierno de Dante, lo comprendo, pero intentarlo es lo menos que podemos hacer por nuestra República y la defensa constitucional.
Y pueden firmar en La Galera Teatro y Cocina.
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