Como una realidad etnológica y antropológica se ha de reconocer que en nuestra Mesoamérica o América Central, así como también en las naciones indígenas de Norteamérica, siguen por tradición y sabiduría la costumbre de alimentar a sus hijos con la misma modalidad que los monos usan para alimentar a sus hijos desde sus senos maternos.
Las tribus mayas, maya quiché de la meseta alta o altiplano guatemalteco; y también en toda la Nación Maya se auxilian de un “chal” o manta para cargar a sus hijos sobre la espalda. Esto les permite trabajar con las manos libres y permanecer siempre con su bebé sin despegarse, descuidarse ni desprenderse de ellos, sin desatenderse. El niño observa así mismo todo el panorama que rodea a su madre y su actividad y aprende.
Si tiene hambre la madre desplaza al bebé hacia adelante, a su costado y lo sostiene sentado en la pelvis; enganchándolo bien y sujetándolo con el chal para que no se caiga. De este modo el bebé se alimenta del seno materno de su madre, y ella continúa sus labores, segura que el bebé no se desprenderá y le permitirá trabajar y amamantar al mismo tiempo. El niño permanece sentado, mama con su cara de frente al seno materno y traga hacia abajo, directo al estómago.
Sí la madre se encuentra sentada o parada y descansando, al bebé lo desplaza hacia el frente, con la pelvis del bebé abierto completamente y sus pies dirigidos a los costados o flancos del abdomen de ella. El niño toma el seno materno de frente a la madre y también sentado. De este modo ha sido instruida culturalmente para que su bebé no se enferme mejorando así la sobrevivencia de sus descendientes con una buena expectativa de vida. Esto evidencia una gran diferencia con la madre que culturalmente ha sido afectada y enseñada, aún por el personal médico y paramédico, sanitarios, ayudantes rurales de salud, Ministerio de Salud, etc., de que debe de alimentar a su bebé acostada para que así “descanse” y este lista el día siguiente para rendir su trabajo al estamento. Resulta que este “descanso”, al dar de mamar a los hijos acostados, termina con enfermar al niño y luego la madre ni duerme, ni descansa, ni trabaja por estar cuidando a un niño enfermo y gasta los ahorros en medicinas y hospitales lo mismo que pierde ingresos por faltar al trabajo. Baja la producción, disminuyen las ganancias. ¡Más pobreza! Ver Fig.# 69